Psicoanálisis y Psicofarmacología en Pacientes con Dolor Profundo

Dr. Juan José Bustamante R.

Seminario de Sociopsicoanálisis AC.
Jefe del  Servicio de Salud Mental-
Hospital General de México.
Dr. Juan José Bustamante R.

Numerosos artículos (2, 5, 8, 9) han dado  cuenta de la controversia al intentar  integrar la psicoterapia psicoanalítica y la psicofarmacología. Los sustentos teóricos se han considerado irreconciliables e incluso existen defensores  de dichas  teorías que afirman, desde distintos enfoques,  que se trata de posiciones antagónicas, como “mezclar el agua y el aceite”. Como en la fábula de “la liebre y la tortuga” (4) donde la liebre es la psicofarmacología y la tortuga la psicoterapia psicoanalítica; sin embargo, lo importante es la meta, mejorar las condiciones de vida de una persona y aminorar el sufrimiento y no pretender salir triunfantes en competencias matizadas por aspiraciones ideológicas y narcisismos de grupo. Es bien conocido que en nuestra profesión lo importante va mas allá de llegar primero y en el camino suceden cosas interesantes que nos permiten aprender. 

Estas consideraciones me parecen pertinentes cuando una persona busca tratamiento psicoanalítico, sobre todo si llega  cargando consigo uno ó varios  síntomas y  aún no ha podido asumirse con un “sufrimiento psíquico”.  El trabajo en un Servicio de Salud  Mental en un hospital general como en el que laboro, está conformado por 10 psiquiatras, y depende de la gran demanda de atención que surge, sobretodo todo, de  colegas médicos  que derivan pacientes con diversos padecimientos y medicados, o por ser considerados  psicosomáticos. Cuando la demanda  proviene de los propios pacientes que buscan directamente al psiquiatra para el alivio de su sufrimiento, puede que requieran de medicina  y puede que la acepte o no. En la actualidad el adiestramiento en psicoterapia para psiquiatras es parcial, solo algunos, en este caso 4 de 10, logran adentrarse completando un proceso psicoanalítico. 

El interés de presentar un trabajo tomando en consideración el uso de psicofármacos asociado a la psicoterapia  psicoanalítica, tiene que ver con la necesidad de aproximar e integrar  estas áreas del conocimiento como interdisciplinarias, en esta época en la que la fragmentación y la súper especialización son consideradas como de un elevado “valor científico”. Por lo que parece un reto ofrecer una comprensión a las necesidades por las que las personas solicitan ayuda, y en el caso de los  terapeutas,  explorar, descubrir alternativas terapéuticas, que contribuyan al alivio del sufrimiento, sea en lugares como las instituciones y/o en el consultorio privado. Ante la actualidad de un mundo cambiante con predominio del sistema socioeconómico inequitativo, que promueve el  mercantilismo, por ejemplo, un consumidor que se transforma en seguro depositario para un banco  que le otorga un préstamo, satisface las tendencias consumistas, a partir del acuerdo de que en su conjunto se eliminan el valor de la vida emocional y también las condiciones sociales que determinan muchos de los padecimientos que se presentan.

Si bien la psicofarmacología ha contribuido con importantes avances en el tratamiento de síntomas diversos en los estados depresivos, el pánico, las alteraciones del pensamiento, otras manifestaciones que incluyen  síntomas psicosomáticos inespecíficos, muestra que los mecanismos de acción por los que actúa pertenecen al campo de la neurobiología, implícita en el funcionamiento del cerebro. Se sabe que los psicotrópicos no tienen  influencia directa en el si mismo, pero parece que modifican en la estructura psíquica,  la  energía disponible, mostrando un efecto específico al  reducir la cantidad del impulso, lo que disminuye la necesidad de las defensas contra efectos de  impulsos indefinidos.

Jean Delay, investigador y promotor de la psiquiatría biológica, sostenía que los medicamentos no son más que momentáneos, dentro del tratamiento de un padecimiento, y que un tratamiento de fondo seguía siendo en base a la psicoterapia. Por lo que, considero, las medicinas,  pueden favorecer la expresión de la subjetividad del paciente que le permitiría ofrecer un objeto de conocimiento al psicoanálisis. La psicoterapia  psicoanalítica ha tenido efectos que han sido relacionados con modificaciones en el psiquismo. Lo que sabemos a través de procesos de cura en donde de manera primordial toma un papel concluyente el juego de la relación medico-paciente, basado en  los fenómenos que reconocemos como transferencia y contratransferencia.  

En las enfermedades psicosomáticas,  el ingrediente orgánico  es sobredimensionado por los pacientes y consolidado por la “medicina de alta tecnología”, subordinando al ingrediente psíquico y emocional,  que son los elementos que nos permiten comprender lo humano.

El dolor, como experiencia subjetiva, da lugar a la discusión de que la búsqueda de su alivio, por quién lo padece, está matizado por motivaciones conscientes, aunque también las  hay inconscientes. Las personas con padecimientos psicosomáticos sufren por un supuesto no saber emocional y un exceso de saber somato sensorial distorsionado. Una especie de ignorancia emocional (alexitimia) que se debe a la desconexión entre las emociones y la función corporal. Distintas teorías del desarrollo emocional dan cuenta de que una buena parte de ese sufrimiento, generado por los padecimientos psicológico-psiquiátricos, se origina en las etapas pre-edípica y edípica, como resultado de distintas conductas entre el cuidador principal y el hijo,  de quien depende para satisfacer sus necesidades primarias y emocionales: insensibilidad y ausencia de coordinación con las señales del hijo (René Spitz, John Bowlby).

He considerado el tema del dolor profundo como la posibilidad de lograr la integración de del psicoanálisis y la psicofarmacología, ya que lo que se medica no son los pensamientos ni los sentimientos, es el dolor, el descontento, los síntomas son variados: opresión, distensión abdominal,  vómitos, parestesias,  mareo, debilidad muscular, dificultad para deglutir, etc., que en un círculo vicioso atrapan al paciente haciendo su situación inanalizable.  El cuerpo debe dejar de sufrir, debe dejar de doler para poder analizar los aspectos emocionales e inconscientes; el objetivo es analizar las metáforas del cuerpo que habla y su significado simbólico.

El significado transferencial del uso de la medicina debe ser considerado separadamente de la indicación clínica. En las personas con psico-somatizaciones, que han estado bajo diversos medicamentos por períodos largos se produce una ambivalencia, tanto del objeto transicional bueno o como si se tratara de un objeto malo.  La calidad de cómo se percibe el medicamento depende fundamentalmente de la transferencia. El problema o ventaja de la dependencia transferencial al medicamento es transitoria y temporal y corresponde más al inherente  proceso terapéutico.

La decisión de la elección del material clínico que aquí presento resulta  un reto. Por un lado debido a que  existen numerosas personas que lo presentan y por el otro a que se enfrentan, además, al criterio que desde un punto de vista común para la experiencia psicoanalítica, este tipo de pacientes  pueden quedar fuera,  debido a que es habitual  se les  considere fuera del tratamiento por considerarlos precisamente como inanalizables; razones, sea por su edad, sea por su estructura caracterológica, por las somatizaciones crónicas, el sometimiento a regímenes médicos y muchas otras  barreras, como el deterioro de la vida laboral y social. Desde el punto de vista farmacológico están determinadas a tomar medicamento de por vida.

El sufrimiento psíquico de estos pacientes termina encarnándose en su cuerpo por no haber ejercitado su expresión y comprender  sus emociones. Se perpetúa como en una compulsión a la repetición, y exacerba estilos de vida, por la ingesta, a la que  se van, ó ya  están  adaptados. Lo que produce ceguera por no vivenciar lo  emocional. Los psicofármacos,  aunque se consideran alarmantes resultan un reto/misterio que mitigan el dolor profundo. Con estas dos condiciones se encontraba Rosario,  mujer de 61  años,   preceptora jubilada, cuya vida   había transcurrido  sin eventos que ella pudiera experimentar como relevantes. Hasta la muerte de su madre ocurrida  dos años antes de conocerla.

Inició con mareos e insomnio resistentes a los diversos tratamientos ofrecidos lo  que la hacía sentirse  incapacitada. No se soporta inactiva, desganada, desmotivada, ya que se  consideraba una mujer dinámica, trabajadora y de carácter fuerte. Consultó con diversos médicos y finalmente un neurólogo quién al “no encontrar lo orgánico” la remitió conmigo. Expresa que es la primera vez que consulta con un “psiquiatra” y acepta que ha sido desconfiada, pero que su sufrimiento es mucho. Hay un gesto de dolor y amargura al  confesarlo, como si tuviera que abandonar finalmente una  posición estoica de callar y reprimir. Aceptó un medicamento para aminorar el mareo.

A las primeras sesiones llega utilizando un bastón por su inestabilidad y el temor a caerse. Mantiene su actitud escéptica. Al ofrecerle el espacio para hablar de su historia, como alternativa para comprender su padecer, con dificultad da inicio. En posteriores sesiones empieza  a relatar su vida mencionándome con resonancia sus relaciones con la madre fallecida.  Hacia la séptima consulta dejó el bastón; se iban haciendo conscientes algunos aspectos dolorosos de esa relación tan estrecha con su madre.

Pudo hablar de una la relación alterna,  intensa también,  que llevo con un trabajador al que empleaba de tiempo en tiempo, lo grato  que le resultaba; si bien que albergaba temores por lo que su familia pudiera llegar a pensar.  Su asistencia al consultorio fue mas libre y ya sin el bastón, haciéndolo notar retándome con preguntar, “que tan adelantada estaba”, con la intención implícita de  suspender la medicina y ser dada de alta. De lo que inmediatamente se desdecía y argumentaba que se sentía contenta de tener un espacio para ella y reconocer que ese especio le había ayudado a expresarse y hablar de lo que nunca había podido decir a nadie.

Al entrar en detalles de la dinámica familiar, sobre sus dificultades en la comunicación y la tendencia familiar al silencio, unidos a un  sobrecargado orgullo, esto al derredor de la sesión 20,  me  lleva el siguiente sueño: “estoy en la casa de mis hermanos, empieza a llegar mucha gente entre ellos una amiga de mi hermana. Capto que soy la única de la familia.  Salgo de la casa y busco un teléfono, encuentro varios pero están descompuestos. En la calle hay un gentío, aunque es una calle no transitada. Necesito hacer la llamada a mi hermana que está en casa de otra amiga. Me alejo del domicilio por varias calles y encuentro un teléfono que sí funciona, me doy cuenta de que no traigo dinero, pero sí dos bolsas de medicamentos caducos, muchas pastillas que depositaba en el  teléfono. Cuando estoy marcando me equivoco, quiero volver a intentarlo pero  hay gente esperando y no me dejan llamar. Pierdo mi oportunidad de hablar. Me esfuerzo en  regresar por la avenida pero hay más gente y me estorban, por lo que voy por un baldío para avanzar más rápido. Sigo por la banqueta, volteo a un lado y a otro, veo árboles. Entonces dudo, ¿dónde estoy? Sigo caminando pero voy con cierta duda.”

Considero para este caso que la relación entre psicoanálisis y psicofarmacología me parece atendible, porque al existir mejoría de los síntomas  también mejoró  su calidad y profundidad en su discurso, en su expresión subjetiva. En el sueño se percibe apegada a la ideología familiar y dependiente de la hermana. No se puede comunicar dentro de su casa y tiene que salir y alejarse; sin embargo su dificultad para hablar es persistente. La transferencia simbolizada en la “oportunidad desperdiciada”, hablar por acción de las medicinas caducas, refleja su ambivalencia hacia el tratamiento.  Su transferencia  positiva promovía su constancia y tenacidad a las sesiones,  mientras yo aceptara sus regresiones al bastón,  como consecuencia de traicionar a su madre al hablar conmigo de la relación con ella y pagar las consecuencias de sentirse menos oprimida. Con la medicina le ocurría algo semejante, tan pronto y mejoraba de los síntomas y se mostraba interesada en ella misma,  le sugería que la medicina era cada vez menos necesaria, que podíamos irla retirando. El resultado, regresaba al bastón. Sus intentos de autonomía e independencia aún estaban matizados por la duda y la inseguridad de su propio potencial.  A la manera de Winnicott se puede plantear que los medicamentos pueden ser equiparados a objetos transicionales que permiten la consolidación de  la  relación terapéutica a través de la mejoría de la expresión de la subjetividad.

REFERENCIAS

  1. Bowlby J. (1989)  Una base Segura. Aplicaciones Clínicas de una Teoría del. Apego. Buenos Aires: Paidos.
  2. Cabaniss Deborah I, MD. (2001) Beyond dualism: psychoanalysis and medication in the 21st century. Bulletin of the Menninger Clinic. 65(2):  Pp 160-170.
  3. Delay et Deniker (1957) Classification distingue les substances psychotropes en fonction de leur activité sur le système nerveux central (SNC) wikipedia  
  4. La liebre y la tortuga atribuida a Esopo y posteriormente reescrita por otros fabulistas como Jean de La Fontaine y Félix María Samaniego.
  5. Lakoff Andrew. (2003) The Lacan Ward. Pharmacology and subjectivity in Buenos Aires. Social Analysis. Volume 47, Issue 2. pp 82-101.
  6. R. Spitz  (1955) Psychoanalytic Study of the Child,
  7. R. Spitz – (1962)  - Internet. Univ. Press A genetic field theory of ego formation
  8. Swoiskin Mark H. MD. (1965) Psychoanalysis and medication: is real integration possible?. Bulletin of the Menninger Clinic, 2/, 143-159.
  9. Youngren Viriinia R. Phd, Alonso Ann Phd, et al. (2000) When goodbye precedes hello: a premature termination. Harvard Rev Psychiatry ; 8:25-35.
por Dr. Mauricio Cortina y Psic. Guadalupe Sánchez Enríquez 13 de febrero de 2025
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por Guadalupe Sánchez 16 de febrero de 2021
¿Por qué lastimamos al personal de salud? Guadalupe Sánchez Semsoac. Julio 2020 La emergencia causada por la enfermedad Covid-19 es un período atípico que altera el estado emocional produciendo angustia por el miedo a morir que reprimimos en la vida cotidiana. Vivimos un malestar social, una condición de trauma social porque no podemos darle un lugar en nuestra propia mente. Se incorpora la experiencia en fragmentos que, inconscientemente se rechazan y que suelen ser dirigidos hacia el exterior, hacia quienes encarnan más vulnerabilidad como el personal de salud. Queremos comprender por qué en México se dan ataques al personal médico y de enfermería a pesar de los llamados a no discriminar, en contraste con otros países en donde se les aclamó espontáneamente como héroes. El psicoanálisis ofrece algunas aproximaciones. La agresión en contra del personal de salud, es una reacción exacerbada de ansiedad insertada en una paradoja para algunos irresoluble: atacar a quien nos puede salvar. Se trata de un estado interno de desorganización mental que carece de la habilidad para discernir cuál es la fuente de peligro o cuál de salvación, porque en estos contextos ambas pueden ser encarnadas en la misma persona como ocurre con las figuras cuidadoras de los infantes que son al mismo tiempo figuras amenazantes. Este paso al acto es un ataque concreto impulsivo e irracional, desesperado por auto preservarse y que trata de eliminar al que cree es agente del mal, percibido como el objeto malo, de odio, culpable de su sufrimiento, disociando lo bueno de lo malo y sin la posibilidad de integrar esos aspectos. El fenómeno va mucho más allá de una discriminación consciente y es más complejo por las motivaciones inconscientes derivadas por una historia socioafectiva previa y un carácter determinado por la situación social económica y cultural en que se creció. En México traemos una historia social de mucha violencia, además una historia de muchos años atrás de maltrato por parte del personal de salud a las y los derechohabientes debido a la falta de recursos en el sistema público de salud. La pandemia re-traumatiza, ¿podrán cuidar de mí para no morir? Observamos respuestas narcisistas de dos tipos. Por un lado, una respuesta narcisista benigna y adaptativa a las distintas etapas de la pandemia, que, aunque niega temporalmente lo que está pasando: “a mí no me va a pasar”, “yo no me voy a morir” que reta inicialmente, pero que evoluciona y enfrenta eventualmente las señales de la realidad. La segunda es una respuesta narcisista de tipo maligna no adaptativa, que es delirante, persecutoria, y que, según Freud, yace en los mecanismos más inconscientes y primitivos de todos los seres humanos que implica omnipotencia del pensamiento, con vivencias de daño, castigo y violencia que destruye. Consideramos que las personas con una historia biofi lica y amorosa serán solidarios, cuidadosos de los demás y podrán tolerar con mayor fuerza esta adversidad. En cambio, cuando vemos estas respuestas violentas encontramos que la desesperanza es alta. Cuando hay desesperanza para poder cambiar la realidad, se es más propenso a lastimar a nuestros seres significativos. Esta aproximación nos permite concientizar que en situaciones extremas nadie está exento de sentir desesperación frustración e impotencia y pasar inconscientemente a la agresión. También es una invitación a que es posible conscientemente tomar acciones balanceadas para “aplanar la curva de la discriminación”. Psicoanalista del Seminario de Sociopsicoanálisis A.C. Agradezco a mis colegas: Dr. Juan José Bustamante, Dra. Patricia González y Dra. Angelica Rodarte su colaboración para esta reflexión. lupssan@hotmail.com
por Patricia González y Guadalupe Sánchez 16 de febrero de 2021
Las guardianas de la salud Tiempos de covid19 en México Patricia González Duarte y Guadalupe Sánchez Seminario de Sociopsicoanálisis AC (Semsoac) Miembros Fundadoras. Julio 2020 Vivir bajo una condición de emergencia sanitaria, una contingencia que nos confronta todos los días con la muerte, se vuelve una condición de trauma para los ciudadanos y para el personal de salud en especial. Las enfermeras, los enfermeros, así como el maestro y las maestras que gozaron en el pasado de una posición de respeto en la sociedad, se fue perdiendo con la modernidad, incluso se infravaloró. ¿Cómo y cuándo se perdió el vínculo con las enfermeras? En medio de esta infravaloración llegaron a la actual crisis sanitaria. Un mes después de que comenzó la pandemia, en Abril 2020, se supo por los medios de comunicación de agresiones al personal de salud, muestras nada solidarias; se les agredió física, social y psicológicamente, se les discriminó, amenaza y hostigó. Los daños iban desde un improperio hasta arrojarles bebidas calientes o cloro, o bien golpearles en un caso, en cuya defensa la enfermera se fracturó dos dedos. Se amenazó en una ocasión con prender fuego a un hospital si se reconvertía a Covid o se les negó la entrada a lugares públicos como supermercados, al transporte público e incluso que entraran a su domicilio. Los agresores fueron hombres o mujeres desconocidos, extraños en la calle, familiares de pacientes hospitalizados o bien de entre el mismo personal de salud e conflicto por tanto estrés laboral. Se trata de un fenómeno que sorprendió al mundo. Proviene de la ignorancia dicen los comentaristas y de los fuertes prejuicios por discriminación. En realidad psicológicamente proviene de un psiquismo con un complejo funcionamiento narcisista que demuestra graves errores de juicio y falta de objetividad, por el miedo extremo a l a enfermedad y a la muerte imposible de regular. La falta de control de impulsividad les lleva a cruzar los límites de lo socialmente aceptado y permitido. La angustia extrema inculpa a las enfermeras de diseminar el virus “a mí no me va a contagiar” antes los lastimo, lo cual causa socialmente indignación. Las guardianes de la salud fueron así estigmatizadas y violentadas. Al mismo tiempo en contraste, han surgido por parte tanto del gobierno, como de empresas privadas, así como de la ciudadanía estrategias para combatir la estigmatización, y frenar la agresión, sensibilizando sobre su difícil situación, valorando su labor, proponiendo en redes sociales y en los medios de comunicación, reconocimiento, a través de aplausos, serenatas y menciones, se pide agradecimiento (en algunas colonias como la de Valle se les celebra como en España) solidaridad y protección, poniendo a su disposición transporte y hospedaje en cuartos de hoteles o en Los Pinos así como alimentación. En México nos tocó la pandemia 2020 en un año de transición de un nuevo gobierno democrático elegido en junio de 2018 y que tomó posesión en diciembre de 2019, en la cual, el personal de salud cobre un papel el más relevante. Atiende a los enfermos de Covid-19 presentando, desde nuestro punto de vista, un sufrimiento emocional incalculable. Además del alto estrés laboral exigidos por la emergencia más allá de sus fuerzas para realizar sus propias tareas dentro del hospital, el dolor de verse contagiados o sus compañeros o el duelo que se pospone cuando colegas mueren por contagio, el agobio de extremar precauciones y la necesidad de estar hiper atentos para realizar adecuadamente los procedimientos de protección y prevención contra el contagio. Descuidarse es un peligro latente para a su vez ,no contagiar a su familia con la que viven. Es importante señalar que cuando se agrede a un solo integrante de la salud o muere por contagio, el dolor termina siendo para todo el gremio. El personal de salud ha reaccionado a través de su jefa solicitando en las conferencias de salud y hasta con lágrimas respeto, que les permitan trabajar con tranquilidad, hacer lo que saben hacer. La tristeza y el coraje que sienten tienen que ser reprimidos manifestándose en molestias físicas y síntomas psicopatológicos ya que no pueden responder con violencia ni expresar sus emociones, se saben indispensables y cruciales en este momento en el desempeño de sus funciones a favor de la vida. Históricamente el personal de enfermería, ha luchado desde el siglo pasado para que se les considere como profesional calificado para dar cuidados de calidad. Tienen arriba de ellas una jerarquía médica de carácter autoritario predominantemente, aunque sean licenciadas en enfermería, algunas con estudios de postgrado. Son responsables de los enfermos y su privacidad, el contacto con la familia, el principal enlace entre esta familia y el paciente. En muchas ocasiones guían y son el soporte y respaldo de médicos internos, residentes y personal de base, no son meras ayudantes dependientes de ellos para realizar sus procedimientos, suelen ser proactivas y tener iniciativas y recibir la alta demanda emocional de los familiares. En general, son sensibles y desarrollan mecanismos de defensa ante el dolor físico y emocional, reducen y o tratan de evitar el sufrimiento humano, ayudan a prolongar la vida, controlan riesgos, también su objetivo es curar enfermedades, así como rehabilitar, recuperar y promover la salud. Suelen ser receptivas y sensibles ante la ansiedad, depresión e incertidumbre y mucho más ahora con el paciente Covid 19 hospitalizado, grave e intubado. Como la investigación ha revelado, las cuidadoras (mayoritariamente mujeres) de personas enfermas, con discapacidad o vejez, están expuestas a lo imprevisto, a la muerte y por supuesto al burnout o desgaste profesional y es natural e inevitable que vayan desarrollando mecanismos de defensa que les lleva a reaccionar muchas veces con distancia, frialdad o indiferencia. Cada vez que una persona muere, el personal de enfermería se enfrenta de manera inconsciente con su propia muerte y vulnerabilidad, sus emociones oscilan entre su servicio ´el deber de la vida y la conciencia de morir´. Su rol es parecido al de una madre. Pero permitámonos conocer según nuestra experiencia tratando en psicoterapia a enfermeras y médicas, cómo es un día hábil en la presente emergencia y así comprender la mística y vocación de estas profesionales de la salud, su parte humana. Durante el día laboral en sus ocho horas de trabajo-que se convierten en más horas dado que se ayudan entre sí- no comen, no duermen, no toman agua y no van al baño y no lo hacen porque tienen que vestirse, con tres o cuatro capas de ropa esterilizada con la que se están protegiendo y prefieren no moverse, ni quitarse los gogles, caretas o guantes, ya que tardarían mucho más de lo que se tardan habitualmente. No quieren desperdiciar material que tiene que irse a la basura especial o volver a ser después esterilizado. Tampoco se sientan porque las condiciones de atención a un enfermo pueden cambiar súbitamente. Se quejan de problemas varios, como de várices, o inflamación cuando diariamente tienen que estar haciendo otros procedimientos, dentro del hospital, de preparar cadáveres para que se los lleven, ayudar a la identificación, etc. Además, enfrentan pacientes que se ponen nerviosos porque no ellos dicen no saber si hablan con un hombre o una mujer, no se ve la cara ni las expresiones faciales, razón por la cual decidieron portar un gafete con fotografía y su nombre. Lo que más les preocupa y da miedo es la intubación endotraqueal, porque se abren las vías respiratorias y se exponen directamente frente al virus. Comentan que también platican con sus pacientes sobre su vida, sus preocupaciones y ofrecen contención de manera intuitiva a las emociones derivadas del aislamiento y de la separación brusca de su familia, por si fuera poco, y con las energías que les quedan sirven de enlace entre pacientes y familia a través del celular. Todo lo anterior les trae consecuencias que es necesario conocer para brindarles el reconocimiento que merecen por este sacrificio único y especial que les toca inevitablemente. Las mascarillas ejercen presión sobre el cuello, les jala hacia delante y las encorva, la presión sobre los músculos de la cara les deja marca y a algunas pieles les hace heridas, los lentes además de empañarse lesionan la piel, las batas protectoras los mantiene permanentemente húmedos por el calor del cuerpo y el sudor, los dedos de tan húmedos que quedan se les forman pequeñas heridas. También con los hombres está sucediendo esto. Como consecuencia de lo anterior, algunos miembros del equipo de salud desarrollan dermatosis, se deshidratan, están presentando problemas renales, es decir la están pasando muy mal lo que tiene incluso consecuencias psicológicas, experimentan signos de depresión, ideas de muerte, agotamiento, desesperación, ataques de pánico y requieren contención y apoyo psicoterapéutico. Como profesionales de la salud mental recomendamos la necesidad de darles apoyo y contención emocional por el estrés laboral y toda la carga psicológica que cotidianamente enfrentan durante esta situación de crisis, para evitar que pierdan la confianza, la seguridad y la esperanza. El tema requiere realizar la investigación conducente para comprender y prevenir fenómenos sociales como este.
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