Porqué lastimamos al personal de salud

Guadalupe Sánchez

Pandemia Covid 19 en México

¿Por qué lastimamos al personal de salud?
Guadalupe Sánchez 
Semsoac. Julio 2020
 
La emergencia causada por la enfermedad Covid-19 es un período atípico que altera el estado emocional produciendo angustia por el miedo a morir que reprimimos en la vida cotidiana. Vivimos un malestar social, una condición de trauma social porque no podemos darle un lugar en nuestra propia mente. Se incorpora la experiencia en fragmentos que, inconscientemente se rechazan y que suelen ser dirigidos hacia el exterior, hacia quienes encarnan más vulnerabilidad como el personal de salud.

Queremos comprender por qué en México se dan ataques al personal médico y de enfermería a pesar de los llamados a no discriminar, en contraste con otros países en donde se les aclamó espontáneamente como héroes. El psicoanálisis ofrece algunas aproximaciones. 

La agresión en contra del personal de salud, es una reacción exacerbada de ansiedad insertada en una paradoja para algunos irresoluble: atacar a quien nos puede salvar. Se trata de un estado interno de desorganización mental que carece de la habilidad para discernir cuál es la fuente de peligro o cuál de salvación, porque en estos contextos ambas pueden ser encarnadas en la misma persona como ocurre con las figuras cuidadoras de los infantes que son al mismo tiempo figuras amenazantes. Este paso al acto es un ataque concreto impulsivo e irracional, desesperado por auto preservarse y que trata de eliminar al que cree es agente del mal, percibido como el objeto malo, de odio, culpable de su sufrimiento, disociando lo bueno de lo malo y sin la posibilidad de integrar esos aspectos.

El fenómeno va mucho más allá de una discriminación consciente y es más complejo por las motivaciones inconscientes derivadas por una historia socioafectiva previa y un carácter determinado por la situación social económica y cultural en que se creció. En México traemos una historia social de mucha violencia, además una historia de muchos años atrás de maltrato por parte del personal de salud a las y los derechohabientes debido a la falta de recursos en el sistema público de salud. La pandemia re-traumatiza, ¿podrán cuidar de mí para no morir?  
  
Observamos respuestas narcisistas de dos tipos. Por un lado, una respuesta narcisista benigna y adaptativa a las distintas etapas de la pandemia, que, aunque niega temporalmente lo que está pasando: “a mí no me va a pasar”, “yo no me voy a morir” que reta inicialmente, pero que evoluciona y enfrenta eventualmente las señales de la realidad. La segunda es una respuesta narcisista de tipo maligna no adaptativa, que es delirante, persecutoria, y que, según Freud, yace en los mecanismos más inconscientes y primitivos de todos los seres humanos que implica omnipotencia del pensamiento, con vivencias de daño, castigo y violencia que destruye.

Consideramos que las personas con una historia biofilica y amorosa serán solidarios, cuidadosos de los demás y podrán tolerar con mayor fuerza esta adversidad. En cambio, cuando vemos estas respuestas violentas encontramos que la desesperanza es alta. Cuando hay desesperanza para poder cambiar la realidad, se es más propenso a lastimar a nuestros seres significativos.

Esta aproximación nos permite concientizar que en situaciones extremas nadie está exento de sentir desesperación frustración e impotencia y pasar inconscientemente a la agresión. También es una invitación a que es posible conscientemente tomar acciones balanceadas para “aplanar la curva de la discriminación”.

Psicoanalista del Seminario de Sociopsicoanálisis A.C. Agradezco a mis colegas: Dr. Juan José Bustamante, Dra. Patricia González y Dra. Angelica Rodarte su colaboración para esta reflexión. lupssan@hotmail.com


por Dr. Mauricio Cortina y Psic. Guadalupe Sánchez Enríquez 13 de febrero de 2025
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por Patricia González y Guadalupe Sánchez 16 de febrero de 2021
Las guardianas de la salud Tiempos de covid19 en México Patricia González Duarte y Guadalupe Sánchez Seminario de Sociopsicoanálisis AC (Semsoac) Miembros Fundadoras. Julio 2020 Vivir bajo una condición de emergencia sanitaria, una contingencia que nos confronta todos los días con la muerte, se vuelve una condición de trauma para los ciudadanos y para el personal de salud en especial. Las enfermeras, los enfermeros, así como el maestro y las maestras que gozaron en el pasado de una posición de respeto en la sociedad, se fue perdiendo con la modernidad, incluso se infravaloró. ¿Cómo y cuándo se perdió el vínculo con las enfermeras? En medio de esta infravaloración llegaron a la actual crisis sanitaria. Un mes después de que comenzó la pandemia, en Abril 2020, se supo por los medios de comunicación de agresiones al personal de salud, muestras nada solidarias; se les agredió física, social y psicológicamente, se les discriminó, amenaza y hostigó. Los daños iban desde un improperio hasta arrojarles bebidas calientes o cloro, o bien golpearles en un caso, en cuya defensa la enfermera se fracturó dos dedos. Se amenazó en una ocasión con prender fuego a un hospital si se reconvertía a Covid o se les negó la entrada a lugares públicos como supermercados, al transporte público e incluso que entraran a su domicilio. Los agresores fueron hombres o mujeres desconocidos, extraños en la calle, familiares de pacientes hospitalizados o bien de entre el mismo personal de salud e conflicto por tanto estrés laboral. Se trata de un fenómeno que sorprendió al mundo. Proviene de la ignorancia dicen los comentaristas y de los fuertes prejuicios por discriminación. En realidad psicológicamente proviene de un psiquismo con un complejo funcionamiento narcisista que demuestra graves errores de juicio y falta de objetividad, por el miedo extremo a l a enfermedad y a la muerte imposible de regular. La falta de control de impulsividad les lleva a cruzar los límites de lo socialmente aceptado y permitido. La angustia extrema inculpa a las enfermeras de diseminar el virus “a mí no me va a contagiar” antes los lastimo, lo cual causa socialmente indignación. Las guardianes de la salud fueron así estigmatizadas y violentadas. Al mismo tiempo en contraste, han surgido por parte tanto del gobierno, como de empresas privadas, así como de la ciudadanía estrategias para combatir la estigmatización, y frenar la agresión, sensibilizando sobre su difícil situación, valorando su labor, proponiendo en redes sociales y en los medios de comunicación, reconocimiento, a través de aplausos, serenatas y menciones, se pide agradecimiento (en algunas colonias como la de Valle se les celebra como en España) solidaridad y protección, poniendo a su disposición transporte y hospedaje en cuartos de hoteles o en Los Pinos así como alimentación. En México nos tocó la pandemia 2020 en un año de transición de un nuevo gobierno democrático elegido en junio de 2018 y que tomó posesión en diciembre de 2019, en la cual, el personal de salud cobre un papel el más relevante. Atiende a los enfermos de Covid-19 presentando, desde nuestro punto de vista, un sufrimiento emocional incalculable. Además del alto estrés laboral exigidos por la emergencia más allá de sus fuerzas para realizar sus propias tareas dentro del hospital, el dolor de verse contagiados o sus compañeros o el duelo que se pospone cuando colegas mueren por contagio, el agobio de extremar precauciones y la necesidad de estar hiper atentos para realizar adecuadamente los procedimientos de protección y prevención contra el contagio. Descuidarse es un peligro latente para a su vez ,no contagiar a su familia con la que viven. Es importante señalar que cuando se agrede a un solo integrante de la salud o muere por contagio, el dolor termina siendo para todo el gremio. El personal de salud ha reaccionado a través de su jefa solicitando en las conferencias de salud y hasta con lágrimas respeto, que les permitan trabajar con tranquilidad, hacer lo que saben hacer. La tristeza y el coraje que sienten tienen que ser reprimidos manifestándose en molestias físicas y síntomas psicopatológicos ya que no pueden responder con violencia ni expresar sus emociones, se saben indispensables y cruciales en este momento en el desempeño de sus funciones a favor de la vida. Históricamente el personal de enfermería, ha luchado desde el siglo pasado para que se les considere como profesional calificado para dar cuidados de calidad. Tienen arriba de ellas una jerarquía médica de carácter autoritario predominantemente, aunque sean licenciadas en enfermería, algunas con estudios de postgrado. Son responsables de los enfermos y su privacidad, el contacto con la familia, el principal enlace entre esta familia y el paciente. En muchas ocasiones guían y son el soporte y respaldo de médicos internos, residentes y personal de base, no son meras ayudantes dependientes de ellos para realizar sus procedimientos, suelen ser proactivas y tener iniciativas y recibir la alta demanda emocional de los familiares. En general, son sensibles y desarrollan mecanismos de defensa ante el dolor físico y emocional, reducen y o tratan de evitar el sufrimiento humano, ayudan a prolongar la vida, controlan riesgos, también su objetivo es curar enfermedades, así como rehabilitar, recuperar y promover la salud. Suelen ser receptivas y sensibles ante la ansiedad, depresión e incertidumbre y mucho más ahora con el paciente Covid 19 hospitalizado, grave e intubado. Como la investigación ha revelado, las cuidadoras (mayoritariamente mujeres) de personas enfermas, con discapacidad o vejez, están expuestas a lo imprevisto, a la muerte y por supuesto al burnout o desgaste profesional y es natural e inevitable que vayan desarrollando mecanismos de defensa que les lleva a reaccionar muchas veces con distancia, frialdad o indiferencia. Cada vez que una persona muere, el personal de enfermería se enfrenta de manera inconsciente con su propia muerte y vulnerabilidad, sus emociones oscilan entre su servicio ´el deber de la vida y la conciencia de morir´. Su rol es parecido al de una madre. Pero permitámonos conocer según nuestra experiencia tratando en psicoterapia a enfermeras y médicas, cómo es un día hábil en la presente emergencia y así comprender la mística y vocación de estas profesionales de la salud, su parte humana. Durante el día laboral en sus ocho horas de trabajo-que se convierten en más horas dado que se ayudan entre sí- no comen, no duermen, no toman agua y no van al baño y no lo hacen porque tienen que vestirse, con tres o cuatro capas de ropa esterilizada con la que se están protegiendo y prefieren no moverse, ni quitarse los gogles, caretas o guantes, ya que tardarían mucho más de lo que se tardan habitualmente. No quieren desperdiciar material que tiene que irse a la basura especial o volver a ser después esterilizado. Tampoco se sientan porque las condiciones de atención a un enfermo pueden cambiar súbitamente. Se quejan de problemas varios, como de várices, o inflamación cuando diariamente tienen que estar haciendo otros procedimientos, dentro del hospital, de preparar cadáveres para que se los lleven, ayudar a la identificación, etc. Además, enfrentan pacientes que se ponen nerviosos porque no ellos dicen no saber si hablan con un hombre o una mujer, no se ve la cara ni las expresiones faciales, razón por la cual decidieron portar un gafete con fotografía y su nombre. Lo que más les preocupa y da miedo es la intubación endotraqueal, porque se abren las vías respiratorias y se exponen directamente frente al virus. Comentan que también platican con sus pacientes sobre su vida, sus preocupaciones y ofrecen contención de manera intuitiva a las emociones derivadas del aislamiento y de la separación brusca de su familia, por si fuera poco, y con las energías que les quedan sirven de enlace entre pacientes y familia a través del celular. Todo lo anterior les trae consecuencias que es necesario conocer para brindarles el reconocimiento que merecen por este sacrificio único y especial que les toca inevitablemente. Las mascarillas ejercen presión sobre el cuello, les jala hacia delante y las encorva, la presión sobre los músculos de la cara les deja marca y a algunas pieles les hace heridas, los lentes además de empañarse lesionan la piel, las batas protectoras los mantiene permanentemente húmedos por el calor del cuerpo y el sudor, los dedos de tan húmedos que quedan se les forman pequeñas heridas. También con los hombres está sucediendo esto. Como consecuencia de lo anterior, algunos miembros del equipo de salud desarrollan dermatosis, se deshidratan, están presentando problemas renales, es decir la están pasando muy mal lo que tiene incluso consecuencias psicológicas, experimentan signos de depresión, ideas de muerte, agotamiento, desesperación, ataques de pánico y requieren contención y apoyo psicoterapéutico. Como profesionales de la salud mental recomendamos la necesidad de darles apoyo y contención emocional por el estrés laboral y toda la carga psicológica que cotidianamente enfrentan durante esta situación de crisis, para evitar que pierdan la confianza, la seguridad y la esperanza. El tema requiere realizar la investigación conducente para comprender y prevenir fenómenos sociales como este.
por Patricia González Duarte 13 de enero de 2021
La autora nos comparte con ejemplos de su experiencia personal como terapeuta y como supervisora, los efectos del impacto acumulado de las pérdidas, referidas no sólo a la ausencia de un paciente, sino de pérdidas más sutiles que nos van desgastando : como la capacidad de pensar claramente durante las sesiones, la pérdida de la ilusión de quienes somos como clínicos y como personas frente a ellos ,la pérdida de las esperanzas, sueños y fantasías que ocurren de manera implícita y se explicita en lo implícito de la relación terapéutica. Menciona también la pérdida de la autoestima y de la espontaneidad, sobre todo la pérdida de la conexión emocional, para finalizar con diferentes reflexiones encaminadas a rescatar la idea de que no hay una práctica clínica ideal, que a pesar de las angustias y alegrías experimentadas en el trabajo cotidiano; se sigue reinventando la relación terapéutica, tal y como ella hace la analogía de que cada sesión “es un baile donde los dos participantes se alejan y acercan uno al otro en confianza e intimidad”. Comentario Desde el inicio de la lectura de este capítulo me sentí en un dialogo constante con la autora a través de todas las preguntas que le hace a sus lectores y por las respuestas que el texto iba generando en mí; primero se me cerró la comprensión fluida del texto en inglés, luego me sentí agobiada al tratar de evadir la identificación con algunos de los sentimientos y circunstancias de la que hace mención, que también conozco y reflexiono acerca de ellos como respuesta contratransferencial, pero no lo había hecho tan de golpe con todas juntas como se presentan en el texto y al mismo tiempo teniendo la sensación de que caen como una avalancha en la conciencia y en la experiencia. Me llamó la atención lo relacionado con la pérdida de la capacidad cognitiva: la distracción, el enojo, la vergüenza, la culpa, y la falta de memoria entre otras más, que surgen ante el inevitable paso de los años. En el escrito hace mención de la diferencia de experiencias entre unos y otros analistas, pero también hace muchas preguntas, hoy les quiero compartir una respuesta, y es la forma en que he ido aprendiendo a resolver la vergüenza de admitir la verdad de un error o una incapacidad, esa vergüenza que se siente en la intimidad de uno mismo; así fue, que desde mis inicios aprendí a compartir y a pedir a mis compañeros, colegas y maestros; puntos de vista acerca de alguna situación problemática del proceso terapéutico con algún paciente, a veces, más allá de la supervisión y del análisis didáctico y esto surgía de la necesidad de una pronta comprensión- resolución del problema, de la confianza y de la inmediatez con que podía comunicarme con ellos. El valor para buscar la compañía y la guía, favorecía la disminución del miedo y la inseguridad, así como la conexión con el paciente y con uno mismo, comprendiendo mejor lo que sucedía en lo que la autora llamas “el microcosmos analítico, donde los dos participantes tienen la oportunidad de reparar su manera de lidiar con la insatisfacción humana” Otra alternativa como analista, para enfrentar la vergüenza y el miedo experimentados como parte del trabajo clínico, ha sido el Seminario Permanente de Casos Clínicos del SEMSOAC; y que se distingue, por la presentación libre de material clínico, donde además de ver los aspectos teóricos y técnicos, se da especial cuidado a la observación de la relación terapéutica y a la transferencia, todos los colegas, con diferentes niveles de experiencia opinan sobre lo observado sin censura, sin señalamientos que como dice la autora “ nos hagan sentir tristes”, en tanto que el colega que presenta, lo puede hacer con la certeza de que recibirá abrazos y estímulos a través de las palabras, el grupo en sí mismo, da contención, mantiene activa la mente, actualiza, hace pensar juntos, solidariza a unos con otros, hermana con las experiencias que se van teniendo, a veces es divertido, y por alguna razón también es adictivo. Me permito expresar ahora: todos tenemos libros entrañables que marcan algún episodio de nuestra vida y se vuelven “libros de cabecera”, este libro de la Dra. S. Buechler, que nos presenta sus experiencias acompañadas de algunos fragmentos de poesía y tragedias griegas como Edipo o el Rey Lear, lo hacen muy didáctico, humano y entrañable. Son ejemplo de lo anterior, los nombres sensiblemente escogidos por ella para describir las fantasías que pueden ser confirmadas por la existencia y los límites propios del encuadre analítico: fantasía del alma gemela, la de hacer a un lado el interés por uno mismo, la de que las palabras son innecesarias, la de que una sola persona puede cubrir todas nuestras necesidades y la fantasía del entendimiento perfecto. Además es novedosa la orientación de un texto sobre la persona del analista, sus sentimientos y procesos; el nombre del libro y su contenido, alerta, despierta el corazón y la conciencia para agudizar la observación, previene de los efectos a largo plazo sobre la autoestima y la creatividad dentro del trabajo clínico, que se pueden tener conforme uno va encaneciendo, sin dejar de ver y de aprender gracias a los pacientes, que una vida a largo plazo, para no enajenarse y para que sea satisfactoria, se acompañe de alegría y de experiencias significativas propias.
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