AMARCORD
De mi lectura del libro de Buechler debo destacar el énfasis que la autora hace sobre la condición humana de los terapeutas. SaFederico Fellini y Nino Rota nacieron entre el periodo de las dos guerras mundiales. Sus memorias juveniles y la música tienen un significado más allá de lo que alcanzan en la película, que por sí sola está saturada de belleza y realización. Ellos soportaron su desarrollo en medio de luchas ideológicas; una clara tradición católica con monarquía y un estado fascista impositivo, persecutorio, hasta el final de la guerra, cuando afloraron sus ajustes. De estas condiciones de vida Fellini deja ver sus consecuencias: marcadas diferencias sociales del albañil a un príncipe; remembranzas de privilegios monárquicos como el gran hotel y un cuestionamiento ante la familia patriarcal tradicional. Así ellos definieron su capacidad creativa y artística que transforma. No casualmente el nombre Amarcord que en el dialecto Romaña, lengua de Rimini, lugar donde nació Fellini quiere decir, "yo me acuerdo" y pasa a mostrarnos su añoranza melancólica en episodios propios y de su generación, acompañados con la música armoniosa realizada 30 años después.
En imagen sin voz los jóvenes representan como intentaron fundirse en sus sueños, bailan solos al compás de la música sobre la terraza del gran hotel en medio de una niebla fría calida, donde se desplazan con ojos cerrados, contoneando su sentido, palpitando la música…, solo en esos breves momentos de beneplácito y realización simbólica suplen los incontables episodios dolorosos ocasionados por los estrechos márgenes que les deja la sociedad patriarcal.
Italia es el campo donde aún se encuentran esas huellas de centurias religiosas que influyen directamente en la familia y que pretenden revivir, generacionalmente, sometiendo a sus jóvenes. Así vemos en la iglesia a un joven acercarse al párroco a exponer sus acciones por deseos/sentimientos del despertar sexual. El religioso, que recibirá un plato de sopa que le enviará la madre, ahora hace como que escucha a la vez mira disperso y grita a parroquianos, en corto y voz baja le repite al joven efímera letanía; éste, ante su propio miedo, guarda para sí sus memorias, lo voluptuoso que resultaron los besos con la Volpina, episodio anterior a su desconcierto o el aplastamiento que sufrió por los pechos y peso de la cigarrera y la practica, en reunión posterior, a la que en grupo y en un auto realizaran onanismo.
Ya en casa con la familia, los jóvenes aprendieron más con los ejemplos vivos de los padres que por la voz desesperada persuadiendo, ordenando. Así en la escena grotesca/dolorosa que conduce a una histeria familiar, que no es más que otro capítulo de la guerra más antigua de la historia, la guerra entre los sexos, Fellini muestra dentro de lo manifiesto, lo sutil del celo implícito que la desata. El padre reprochando no es obedecido/atendido y se vive impotente, ni con gritos ni amenazas violentas hará que su mujer le haga caso. Ya desatada la acometida por doquier y en particular ante la presencia muda de su cuñado figurín, se desborda su celo, ¿cómo su esposa/ madre, prefiere, cobija y alimenta al hermano…de su misma clase. y a él no? su reminiscencia de obrero dice presente. La madre sabe que se unió a él a pesar de su condición de obrero, pero calla y sufre. Igual hace ante las preguntas de su hijo; “no recuerda”, antes de su propia muerte, como fueron sus primeros besos, ni tampoco porque o como se caso con el padre. Quizá por la necesidad de salir, a su vez, de la tutela de un padre violento. Lo que es claro para Fellini es que por estas escenas los jóvenes son testigos de estos controvertidos resabios de autoridad, los viven, los guardan en sus memorias y los repetirán, inconscientemente, en futuras cadenas. Son conductas que forman parte de procesos transgeneracionales y cuadros que reproducen trauma. Hoy en día la quema de libros oficiales sobre biología y reproducción, alertada por la curia y el municipal de León Gto., Mex. 2009. fueron realizadas por las madres para salvar a sus hijos.
Frente a sus maestros, los jóvenes representan su parte. El profesorado escogido por Fellini actúa como iluminados del saber, muñecos ventrílocuos, hablan, hablando, actúan exhibiéndose o sopeando galletas en su alcoholismo, sus disertaciones, sin embargo, reafirman el orden. En esta otra encrucijada los jóvenes escuchan alborotados o transitan somnolientos, pero desenlazan rebeldía a la par que ingenio, abren bien los ojos a su inquietud interna, protestan, aunque ante las huellas de su crecimiento y rastros pueden confundirse. Como en la escena del cine donde al alcanzar al sombrero del principal son impugnados socialmente por orinarlo.
La película provoca quejas de espíritu cuando es sometido por el orden social establecido, el deber ser. El que es producto de un discurso público que convoca a los ciudadanos a reglas definidas hacia el consenso, bajo un pensamiento definido como racionalista con apellido autoritario.
Así el episodio relevante de ironía y miedo define a la posición crítica que alcanzo Fellini. En la salida de la estación una niebla grisácea se torna negra, el pueblo imantado apenas respira. La luz resulta impenetrable, súbitamente de un espectro, aparecen, personajes de negro, grotescos, homogéneos, corren llenos de condecoraciones, gritan loas al líder. Mientras más medallas portan más gritan; incitan a ejercicios, desfiles, marchas; disciplina, orden, dominan y ciegamente les obedecen. El pueblo los sigue y ante una gigantesca mascara de pacotilla con voz, se subliman, escuchan. Ahí esta Mussolini. Ahí presentes los jóvenes se mantienen firmes, internamente sus fantasías prevalecen en medio de la militarización; maquinan deseos y realizan su boda. Alcanzan su satisfacción en medio de ese ritual; compensan su miedo durante un mitin civil/militar en las calles. Mas adelante en pleno regocijo los líderes satisfechos del logro, cuentan los aglutinados del día, de pronto se va la luz, se va, queda aun así oscuro el ambiente de triunfo; cunden en pánico, desenfundan armas, corren por doquier, se cruzan entre ellos, su confusión es mayor: Están buscando a los enemigos del régimen. Alertas escuchan un canto que entona la internacional…Localizan a la bocina que culpable reposa sobre la torre de la iglesia. Se desatan el tiroteo, balean, confrontando su nueva ideología con la iglesia. Después sabremos que llegó arreglarse, que terminaron por compartir ese pasaje negro de la historia fascista de Italia.
El pueblo reinicia todas sus historias en la plaza. Los jóvenes tomaran su lugar, ahí los adultos son quienes ilustran con sus normas: queman a la bruja, saludan, miran, hacen alarde, se exhiben hasta el extremo de que la Gradisca, la novia que todos desean, confirma que será la más perseguida, imitada hasta en su contoneo, amada, ella lo sabe. La Valpolina es seducida, Cuando aparece el carruaje de mujeres pomposas el voyeurismo exhibicionista toma su lugar, desata y cada quien sabe y encarna su papel. Quienes logran una integración transitan del baile a las ilusiones colectivas y sueñan en colectivo, proyectándose al gran hotel, donde las anécdotas llegan a lo sublime, esto confirmado por el historiador oficial; la ilusión de poder codearse con los burgueses, la realización grandiosa de la noche anhelada por la Gradisca con un príncipe deprimido, narcisista, o la ilusión de estar presentes en un cuento de las mil y una noches. De lo que se trata es representar una posición importante sobre el otro.
La capacidad felliniana toma un lugar aparte, cuando puede describir en una escena principal, ya corrida en la película, otros instantes donde aparecen retratos o escenas mas cortas o imágenes, todas centradas que cobran un relieve único y a la vez compartido, es como un pleonasmo al decir que una alegoría esta llena de alegorías. Veamos:
El episodio empieza cuando la familia se prepara para salir a la casa de campo, incluirán al pariente que tienen en el manicomio quien se comporta amablemente y avisa de sus necesidades fisiológicas, el padre/abuelo lo acompaña y trata de recordarle el adiestramiento natural, lo muestra, mira así se hace…, sus mensajes no son captados, el pariente orina como bebe donde cae.
Después de comer el mismo personaje tío decide subirse en un árbol y de ahí gritar desesperadamente por horas: ¡Voglio una Donna! Los intentos por bajarlo son grotescos, chuscos: tristes, preocupados, sorprendidos, aparecen escenas de coraje, de pena; conductas de autorreproche y desesperanza, en realidad incomprensión. En eso están sin resolverlo cuando ante este clímax felliniano, nos muestra una escena que representa el origen de un concepto primario con relato bíblico, una acción humana innata, digna de un moderno tratado evolutivo. Un niño semidesnudo no mayor de dos años se va acercando sigilosamente, caminando tambaleante aguantando con dificultad un ladrillo en dirección de una canasta en alto, aparece la madre, lo para, le quita el ladrillo, le golpea, el niño desaparece, la madre mueve el canasto. Nadie habla, no hay sonido, es todo y sin embargo dice todo: Fellini nos filma la escena de una rivalidad primaria, llena de celo, inseguridad por ser desplazado, lo que vive un primogénito que al verse relegado de la cercanía de la madre seguramente si ninguna explicación y aunque la hubiera habido, siente como la madre, que era única para él durante los años anteriores, ahora esta ocupada en otro, por el hermano quien es atendido por recién nacido. Es primario porque dispara una memoria inconsciente mas bien memoria emotiva, un sentimiento de rivalidad y envidia, celo que en ese momento ni se llama así, ni se le reconoce, pero implícitamente mueve a la actuación, se manifiesta de esa manera intensa un conflicto en los seres humanos en su vida en general. Volviendo a la escena del árbol, lo resolverá cuando otra mujer, la enfermera enana, poco hablantina a diferencia del coro familiar y quien seguramente atiende al tío en el recinto y con quien ha establecido una relación de cercanía, de cuidado, una relación emocional; sube por él y le dice… vamos… bájate ya….
Las escenas son interminables y la película puede ser considerada genial e inolvidable, no en balde le han señalado como la representación cinematográfica más grande del arte pre moderno.

