8.- EFICACIA Y SENTIDO: PSICOANÁLISIS DE LA SALUD MENTAL.
Rómulo Aguillaume
Rómulo Aguillaume
Resumen.
El difícil lugar que el psicoanalista ocupa en el campo de la salud mental no impide que se pueda reflexionar sobre dicho papel y la posible eficacia del mismo. La división entre un tratamiento basado en la singularidad del sujeto y otro, en que la demanda social requiere otros procedimientos, no impide la búsqueda de un diálogo en que ambas posiciones se puedan encontrar. La psiquiatría, desde la Psicofarmacología y la Neurociencia, realiza sus programas de salud mental en aras de una eficacia frente a una práctica psicoanalítica que hace del sentido un aporte cuestionador de dicha eficacia.
Introducción.
Esta ponencia o conjunto de ponencias podrían constituir una respuesta o una reflexión a la ponencia del día anterior donde la neurociencia nos devolvía a un lenguaje donde el sentido psicoanalítico encontraba una justificación en la causalidad científica, fundamento de la supuesta eficacia que la salud mental persigue.
La necesidad de ampliar el tratamiento psicoanalítico a grandes masas de población y no solo a sujetos muy seleccionados no es una tentación actual, pues ya el propio Freud lo preconizó, en 1918, aunque nunca se logró de forma definitiva. Igualmente, el campo de la salud mental estuvo siempre abierto a la inclusión de técnicas y modelos teóricos que facilitaran su empeño. El problema, que muy pronto se hizo evidente, fue que al psicoanálisis le era difícil integrarse en el campo de la salud mental y a ésta le era imposible aceptar las premisas que el tratamiento psicoanalítico requería. Así pues, imposibilidad por ambas partes. Para el psicoanálisis, entrar en el espacio de la salud mental era entrar en un espacio donde el sujeto enfermo, en su singularidad, era sustituido irremediablemente por la cosificación de la enfermedad mental. Sin embargo, el diálogo entre psicoanálisis y salud mental fue y continúa siendo inevitable. Entre nosotros, quiero decir en castellano, y en 1985, en una mesa redonda sobre salud mental y psicoanálisis,(1) en que participaron Willy Baranger y Mauricio Abadi, entre otros, se pudieron apuntar muchos de los problemas y posibilidades que el tema deparaba.
El primer problema, que acabo de señalar, es que el psicoanálisis se ocupa del conocimiento del individuo, y la salud mental, a través de la psiquiatría, tiene un enfoque comunitario que se apoya en el concepto de enfermedad mental. Para el psicoanálisis el individuo enferma desde su biografía y no por la constitución de una supuesta enfermedad. No podemos negar, sin embargo, que la singularidad biográfica impida que desde el psicoanálisis sea posible determinar rasgos que estabilizan el psiquismo y nos permiten hablar de estructuras psíquicas, esto es, la singularidad del sujeto está hecha sobre la base de que su historia ha devenido estructura psíquica funcionante (1)
Entre enfermedad mental y estructura psíquica hay diferencias, pero que no impiden la construcción de una nosología. Hay una nosología psiquiátrica y una nosología psicoanalítica, diferenciables, pero que, en el fondo, se encuentran en el peligro de una posición cosificadora que debería ser ajena al psicoanálisis. El síntoma de la psiquiatría habla de enfermedades; el síntoma psicoanalítico es un mero significante en pos de una estructura a la que no determina. Naturalmente los síntomas hablan de muchas cosas: del deseo, de contradicciones sociales, de abusos de poder, de alteraciones hormonales o cromosómicas, de singularidades personales, y etcétera. Pero, termine en enfermedad o en estructura, terminan en la repetición, en la compulsión repetitiva donde el sentido parece que se pierde y la supuesta causalidad de la naturaleza parece que hace su aparición. Y es precisamente en esta repetición que expresa el síntoma, donde la salud mental construye su política de la eficacia y el psicoanálisis desarrolla el poder de su sentido. Por eso, eficacia y sentido, pretenden servir de referentes de dos modelos, condenados a encontrarse, pero no a confundirse.
El primitivo título de esta ponencia era Eficacia y sentido: psicoanálisis y salud mental. Por alguna razón que desconozco se transformó en el actual, Eficacia y sentido: psicoanálisis de la salud mental. Cambio que implica un posicionamiento más pretencioso: el psicoanálisis, por fuera de la salud mental, interrogándola.
El psicoanálisis por fuera o desde fuera como parece ser el destino que la evolución de las cosas nos depara: los psicoanalistas en el lugar de cuestionadores, ayudando, como dice Eric Laurent “ a despertar los espíritus y luchar contra el sueño de la razón, contra esas consecuencias de la supuesta hipótesis de la psyché”.( Pág. 56)(2) Evidentemente despertando a psiquiatras y psicólogos desde una posición de igualdad, “No vamos a tener en esto una posición de organizadores, solo de participantes, continúa Laurent desde una posición de humildad que tan mal le sienta al psicoanálisis. En cualquier caso, el lugar del psicoanalista sigue siendo un interrogante en el campo de la salud mental y en este sentido,-nos apunta Laurent- no hay que obnubilarse sobre la identidad del psicoanalista- el problema no es su identidad, son sus usos y los usos definidos a partir de la conversación”.(2) (Pág. 59) No obstante y, aunque la identidad del psicoanalista no es importante si lo es fijar su lugar de trabajo: por fuera del mundo institucional, respondiendo a una demanda que se aleja cada vez más de los presupuestos psicoanalíticos, esto es, tratando de integrarse en una práctica donde los criterios evaluadores y de eficacia son de difícil aceptación. Algunos psicoanálisis no encuentran dificultad alguna en esta integración, los trabajos de Fonagy van en esta dirección como, en general, los que se basan en la teoría del apego.
Pero hablamos de otro psicoanálisis, de un psicoanálisis no cuantificable, que se evalúa desde la pura subjetividad del paciente que ha terminado su análisis y lo corrobora ante la sociedad de psicoanalistas. La eficacia del psicoanálisis, decía Lacan, es producir psicoanalistas o, en cualquier caso, la producción de un sujeto responsable ante su síntoma, decimos nosotros, sin saber muy bien lo que decimos.
Salud mental e imaginario social.
En la construcción del concepto de salud mental intervienen demasiados actores y yo me centraré, únicamente el que tiene que ver con un imaginario social, el actual, donde la eficacia tributaria de la economía de mercado lo invade todo. Tan es así, que el tan citado Eric Laurent nos vaticina que en el siglo XXI “lo que no tenga eficacia no va a tener lugar”
El imaginario social se ha complejizado hasta ser concebido, en la actualidad con dos acepciones distintas: una que designa las creencias, ideología, mitos que la función significante de la sociedad desarrolla y otra, la que tiene que ver con el imaginario radical, del que nos habla Castoriadis, y que se refiere a la capacidad creativa de los colectivos anónimos y que se encarnan en las instituciones y en los mitos históricos de toda sociedad.
La elección de dos términos como sentido y eficacia tienen la pretensión de fijar los dos niveles donde cultura y ciencia se expresan y es el campo de la praxis de la salud mental donde ambos conceptos determinan las tensiones que aparecen tanto en lo llamado terapéutico como en la normativa institucional que lo ampara.}
Un mito, o un constituyente imaginario, como diría Castoriadis, cual es el de eficacia se podría expresar por el convencimiento de que la salud mental es un problema de ciencia natural y que es en su seno donde se podrá resolver.
La eficacia se adscribe erróneamente a una praxis de la ciencia y el sentido a una praxis de las ciencias sociales- en nuestro caso el psicoanálisis- y que la salud mental queda constreñida, en el mejor de los casos, entre estas dos opciones.
La eficacia como expresión de un lenguaje cuantificable, marca el campo de una realidad que pretende desligarse del campo de otra realidad marcada por un orden simbólico o de sentido donde el deseo es el último o el primero de sus referentes.
Y el otro componente del imaginario social moderno, en relación con lo que aquí nos interesa, la eficacia centrada en el mercado, quiero decir la rentabilidad económica. Eficacia, rentabilidad económica y evaluación son constituyentes de un imaginario social que arrastra la política de salud mental desde ese.
La evaluación, constituyente del imaginario social de la economía de mercado, se presenta ante la mirada escandalizada de Jacques-Alain Miller como un metalenguaje universal y un imperativo epistémico y económico. Quiero decir, como este autor también dice, que hubo un tiempo en que la psiquiatría “se organizaba en torno a los efectos del medicamento, pero estamos ahora ante una psiquiatría cuya clínica se organiza en función de los costes financieros.”(3) (Pág. 137.)
La salud mental y la política de la salud mental.
La salud mental no es solo la política de la salud mental es también la clínica de la salud mental y por eso es la clínica y sus evoluciones quien nos sigue cuestionando la realidad de la salud mental en cuanto organización de síntomas y nos acerca cada vez más a una clínica donde solo el síntoma importa, como referente de una supuesta enfermedad tal y como los DSM nos enseñan. La clínica subyace a un psiquismo organizado, a una estructura psíquica, a una psyqué, mientras el síntoma nos refiere a un simple sufrimiento o mejor aun a un goce que surge de una adaptación que se denomina desorden. Por eso en principio el desorden del síntoma nos remite al orden público como destino de una praxis terapéutica y, ahora, también, a un interrogante sobre un orden socio familiar que impone una violencia donde el sujeto atrapado expresará su síntoma. El familiarismo psicoanalítico del que nos habla Deleuze y Guattari.
La salud mental es un tema moderno, más o menos desde que se descubre, se inventa o se decide que los derechos humanos son universales y que el Estado moderno se debe hacer cargo de ellos. En el imaginario social emerge el derecho a la salud como uno de sus constituyentes, pero las formas concretas que adoptará ya no son universales sino específicas de áreas geográficas o culturales. La comunidad de Madrid se define como área especifica y así nos atendremos a sus definiciones, objetivos y evaluaciones del tema que nos ocupa.
El Plan de Asistencia psiquiátrica y salud mental de la comunidad de Madrid 2003- 2008 nos permite reflexionar sobre todo esto. Consideran los elaboradores del Plan que: en la sociedad actual asistimos a cambios en la forma de enfrentarse al sufrimiento humano que a veces conllevan el intento de medicalizar o psiquiatrizar cualquier tipo de malestar o inadaptación. Por nuestra parte, no consideramos excesivo apuntar que gran parte de la responsabilidad en la medicalización del sufrimiento lo tiene el propio sistema al prometer píldoras de la felicidad para todos. Y cuando digo sistema, digo voceros del sistema, esto es psiquiatras y psicólogos. Recordemos como en los años 70 todos nos sentimos ufanos cuando la antipsiquiatría cerró los manicomios y abrió los hospitales. El loco pasó, de loco a enfermo. Un gran avance: el paso a los hospitales naturalizó la locura de donde ya es prácticamente imposible rescatarlo.
Pero en cualquier caso, volviendo al tema que nos ocupa, la inespecificidad de la denuncia no impide que a renglón seguido se citen como núcleo de la preocupación de este plan los siguientes planteamientos: Al mismo tiempo se observan – nos dicen los autores- algunos fenómenos o demandas emergentes que tienen una mayor consistencia para su abordaje dentro de nuestro ámbito.
Por otro lado, continúan los autores, el desarrollo técnico y científico ha provocado que determinadas técnicas y procedimientos que tenían un uso restringido, deban ser incorporados a la práctica asistencial cotidiana.
Como resultado de todo ello se identifican diversas patologías o demandas emergentes dentro de la actividad asistencial actual, entre las que destacaremos :
LOS TRASTORNOS DE PERSONALIDAD
EL DUELO PATOLÓGICO
EL ESTRÉS LABORAL
LAS TÉCNICAS DE NEUROIMAGEN
Como vemos, junto a las patologías la nueva técnica que abre esperanzas. En cualquier caso, siempre hubo patologías de moda e idiosincrasias nacionales. Frente a los Trastornos de Personalidad- según los responsables del plan- Se debe planificar la optimización y desarrollo de programas y recursos específicos que aborden esta problemática, ya que actualmente esta demanda genera problemas de abordaje en los dispositivos asistenciales y un importante consumo de recursos con dudosa o baja efectividad.
El duelo es igualmente problematizado en función de su demanda: Se trata de una demanda creciente para su atención en los servicios de salud mental, que presenta dos problemas principales resultantes de su identificación no correcta:
* El abordaje de problemas adaptativos al proceso natural de la pérdida como si
de un trastorno mental se tratara.
* La no identificación de un duelo como patológico y, por tanto, el que no se
trate adecuadamente.
Para finalizar, las patologías del estrés laboral muestrna una problemática mucho más amplia: Algunas condiciones del mundo laboral actual pueden generar demandas asistenciales
en las cuales es importante identificar algunos factores:
* La existencia o no de un trastorno mental
* Problemas sociales concomitantes
* La vinculación de la demanda a posibles beneficios y prestaciones sociales
(bajas laborales por enfermedad)
De la correcta identificación de estos factores y de la interacción entre ellos, va a
depender el que se deba o no atender en los Servicios de Salud Mental y cual va a
ser el abordaje más correcto.
Y, aunque hay multitud de referencias a modalidades terapéuticas, como son desde luego los psicofármacos y las psicoterapias, sin embargo la alusión a la última novedad terapéutica, quiero decir a las técnicas de neuroimagen nos llenan de una esperanza inquietante:
La incorporación de las técnicas de neuroimagen en la detección, delimitación, tratamiento
y seguimiento de la patología psiquiátrica ha supuesto una revolución científica importante en las últimas décadas que no ha ido acompañada de su uso y acceso amplio por los profesionales de la salud mental. Se promoverá una mayor disponibilidad de estos medios para los servicios de salud mental ambulatorios.
Como vemos un recorrido somero por un plan donde la preocupación económica y de rendimiento se encuentra, tanto en la selección de los cuadros clínico – los más demandados y los más caros- como en el futuro terapéutico de la neuroimagen.
Eficacia y evaluación.
Los programas de evaluación tienen el reto de medir la eficacia: método cuantitativo que deja el sentido del lado de lo no cuantificable. Ya sabemos, hay quien trabaja y quien interpreta, he leído en alguna parte. La necesidad de una eficacia permite al Estado la incorporación de medios que racionalicen económicamente una actividad sin rentabilidad inmediata. ¿Qué mide la eficacia? La eficacia es la “Capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera” dice la Real Academia. Pues lo que se espera es la integración social del enfermo mental, en un tiempo corto, esto es, su no cronicidad. Lo que ocurre es que: “La cronicidad no es un problema de duración. La duración del tratamiento de un sujeto con un trastorno mental tiene como perspectiva toda la vida. La cronicidad se produce cuando ya no quedan objetivos terapéuticos.(2) (Pág.37)
Hemos pasado pues, del ya no se puede hacer más del manicomio a, podemos seguir haciendo, del último psicofármaco o de las técnicas de neuroimagen. Por eso la eficacia debería medir no los recursos que consume el enfermo mental sino los recursos que genera. En 2007 se recetaron en España 41.203.879 envases de ansiolíticos y 23.990.412 de antidepresivos, según datos del Ministerio de Sanidad; algo menos que en 2006, con 43.856.219 y 24.682.891 envases expedidos, respectivamente., nos informa un articulista de El País.(4) Esto es ¿lo que se ha gastado o lo que se ha producido? Creo que habría que acabar con el mito del gasto del enfermo mental. El enfermo mental genera mucha riqueza: desde los laboratorios con sus psicofármacos a los gabinetes con sus psicoterapeutas. Únicamente los pobres son los que no generan riqueza y por eso no son rentables. Hemos pasado de la caridad a la rentabilidad guiados por la eficacia.
En cualquier caso, la evaluación es imprescindible. Y la evaluación evalúa la eficacia y la eficacia no muestra la cantidad de pacientes que dejan de tener necesidades asistenciales, sino la adaptación a las exigencias asistenciales: continuar tomándose las pastillas toda la vida, pasar a un tratamiento de psicoterapia o acudir a un centro de rehabilitación.
La eficacia también se mide por las altas hospitalarias o de consulta. Esa eficacia no sigue el destino del paciente porque lo que interesa es medir una eficacia puntual. Un ejemplo, además desde el campo del psicoanálisis, nos serviría de ilustración: El hombre de los lobos. Según Freud este paciente se fue de alta curado, o al menos con un nivel de salud mental como nunca antes había tenido. Sin embargo, sabemos, que el hombre de los lobos vivió hasta los 92 años y que prácticamente fue un paciente toda su vida. Después de El hombre de los lobos Freud no volvió a escribir ningún caso clínico.
Así pues, la eficacia sobre qué o, la eficacia del fármaco que guía a los psiquiatras o, está surgiendo una nueva psiquiatría basada en las finanzas. Pues sí, la rentabilidad se impuso en la salud mental hace ya cierto tiempo como en el resto de las actividades humanas. Quiere decirse, que la eficacia tiene su historia que se apoyó primero en un buen diagnóstico, luego en una buena farmacología y hoy en una buena rentabilidad. A pesar de todo, el presupuesto para la salud mental sigue creciendo, posiblemente porque no es un presupuesto de gastos sino de ganancias.
El sentido perdido: la imposibilidad del discurso psicoanalítico y su necesidad.
Para empezar, la salud mental es una actividad fundamentada, no en una preocupación clínica, sino en una demanda. Antes, los médicos de cabecera sabían cual era la especialidad que nos convenía. Ahora ya no hay médicos de cabecera, sino médicos de atención primaria, concebidos como primer batallón de enfrentamiento a una demanda donde ya lo primero es la contención, no el diagnóstico, ni la clínica.
Desde esa posición lo primero que se ve es el síntoma, quiero decir la depresión o la tristeza, porque síntoma y clínica se unifican en la primera atención o atención primaria.
Si el síntoma permitió la elaboración de una clínica hoy el síntoma define la clínica, al menos en un principio. Síntoma sin clínica. Luego, si se llega al especialista, el síntoma encontrará la clínica, y de aquí a la enfermedad. ¿Qué papel puede jugar el psicoanalista en todo este engranaje?
El discurso psicoanalítico fue un discurso de sentido. Cuando Freud determina que el síntoma tiene sentido lo arranca de una cuantificación y lo deja en el lugar de lo específico de este sujeto. Desde entonces la evolución fue en paralelo: un psicoanálisis del sentido y una psiquiatría de la causa. El universo de los símbolos y el universo de la ciencia.
Eric Laurent, desde un cierto optimismo piensa que cuando el sistema llega a un callejón sin salida, esto es, cuando la ciencia se atasca, se vuelve la mirada al psicoanálisis y se le pregunta.
Aun cuando siguen surgiendo cambios sociales que presentan nuevas patologías, el sistema tiene recursos para seguir aplicando un método científico que cuantifica desviaciones de una norma que ya no necesitan ningún sentido. Poco a poco todo el sentido gira en torno a un sin sentido que la causalidad cubre, y estabiliza un síntoma que la farmacología contiene, aunque solo sea como efecto placebo.
Pero el sentido insiste y así, cuando el funcionario se queja del aumento de una demanda indiscriminada, nos invita a poner una frontera entre el duelo normal y el patológico. Quiere decirse que nos pide que fijemos una frontera, esto es, tomemos una posición ética donde el significado vuelve a hacer su aparición. Que la ética del comportamiento, referente de la psiquiatría deje paso a la ética del conocimiento. Quizás ese sea el lugar de la eficacia psicoanalítica, como apuntaladores sutiles del sistema.
Terminaré con dos pretensiones, una práctica y otra teórica. La práctica: hace años se discutía el papel del psicoanalista por dentro de la institución, haciendo psicoterapias institucionales o, si no, analizando trabajadores de la salud mental. Las psicoterapias institucionales están suficientemente asentadas en conceptos psicoanalíticos con lo cual solo nos queda el psicoanálisis de los trabajadores de la salud mental para, quizás, lograr con ellos instituciones menos horribilis y planteamientos más críticos.
Y la teórica, apoyándome en un autor que hay que leer Charles Taylor:
“Es necesario trascender los limites de una ciencia basada en la verificación, en beneficio de una ciencia que estudie las significaciones intersubjetivas y comunes inscriptas en la realidad social (5) pág. 191-192
BIBLIOGRAFIA
1. Revista Argentina de Psicoanálisis (1985) nº 3 Tomo XLII, Buenos Aires.
2. Laurent, Eric (2000). Psicoanálisis y salud mental. Buenos Aires: Tres Haches.
3. Pundik, Juan (compilador) (2007). Madrid: Ed. Filium.
4. Los fármacos ganan a la psicoterapia · ELPAÍS.com Lunes, 5/1/2009
5. Taylor, Charles (2005). La libertad de los modernos. Buenos Aires: Amorrortu.

¿Por qué lastimamos al personal de salud? Guadalupe Sánchez Semsoac. Julio 2020 La emergencia causada por la enfermedad Covid-19 es un período atípico que altera el estado emocional produciendo angustia por el miedo a morir que reprimimos en la vida cotidiana. Vivimos un malestar social, una condición de trauma social porque no podemos darle un lugar en nuestra propia mente. Se incorpora la experiencia en fragmentos que, inconscientemente se rechazan y que suelen ser dirigidos hacia el exterior, hacia quienes encarnan más vulnerabilidad como el personal de salud. Queremos comprender por qué en México se dan ataques al personal médico y de enfermería a pesar de los llamados a no discriminar, en contraste con otros países en donde se les aclamó espontáneamente como héroes. El psicoanálisis ofrece algunas aproximaciones. La agresión en contra del personal de salud, es una reacción exacerbada de ansiedad insertada en una paradoja para algunos irresoluble: atacar a quien nos puede salvar. Se trata de un estado interno de desorganización mental que carece de la habilidad para discernir cuál es la fuente de peligro o cuál de salvación, porque en estos contextos ambas pueden ser encarnadas en la misma persona como ocurre con las figuras cuidadoras de los infantes que son al mismo tiempo figuras amenazantes. Este paso al acto es un ataque concreto impulsivo e irracional, desesperado por auto preservarse y que trata de eliminar al que cree es agente del mal, percibido como el objeto malo, de odio, culpable de su sufrimiento, disociando lo bueno de lo malo y sin la posibilidad de integrar esos aspectos. El fenómeno va mucho más allá de una discriminación consciente y es más complejo por las motivaciones inconscientes derivadas por una historia socioafectiva previa y un carácter determinado por la situación social económica y cultural en que se creció. En México traemos una historia social de mucha violencia, además una historia de muchos años atrás de maltrato por parte del personal de salud a las y los derechohabientes debido a la falta de recursos en el sistema público de salud. La pandemia re-traumatiza, ¿podrán cuidar de mí para no morir? Observamos respuestas narcisistas de dos tipos. Por un lado, una respuesta narcisista benigna y adaptativa a las distintas etapas de la pandemia, que, aunque niega temporalmente lo que está pasando: “a mí no me va a pasar”, “yo no me voy a morir” que reta inicialmente, pero que evoluciona y enfrenta eventualmente las señales de la realidad. La segunda es una respuesta narcisista de tipo maligna no adaptativa, que es delirante, persecutoria, y que, según Freud, yace en los mecanismos más inconscientes y primitivos de todos los seres humanos que implica omnipotencia del pensamiento, con vivencias de daño, castigo y violencia que destruye. Consideramos que las personas con una historia biofi lica y amorosa serán solidarios, cuidadosos de los demás y podrán tolerar con mayor fuerza esta adversidad. En cambio, cuando vemos estas respuestas violentas encontramos que la desesperanza es alta. Cuando hay desesperanza para poder cambiar la realidad, se es más propenso a lastimar a nuestros seres significativos. Esta aproximación nos permite concientizar que en situaciones extremas nadie está exento de sentir desesperación frustración e impotencia y pasar inconscientemente a la agresión. También es una invitación a que es posible conscientemente tomar acciones balanceadas para “aplanar la curva de la discriminación”. Psicoanalista del Seminario de Sociopsicoanálisis A.C. Agradezco a mis colegas: Dr. Juan José Bustamante, Dra. Patricia González y Dra. Angelica Rodarte su colaboración para esta reflexión. lupssan@hotmail.com

Las guardianas de la salud Tiempos de covid19 en México Patricia González Duarte y Guadalupe Sánchez Seminario de Sociopsicoanálisis AC (Semsoac) Miembros Fundadoras. Julio 2020 Vivir bajo una condición de emergencia sanitaria, una contingencia que nos confronta todos los días con la muerte, se vuelve una condición de trauma para los ciudadanos y para el personal de salud en especial. Las enfermeras, los enfermeros, así como el maestro y las maestras que gozaron en el pasado de una posición de respeto en la sociedad, se fue perdiendo con la modernidad, incluso se infravaloró. ¿Cómo y cuándo se perdió el vínculo con las enfermeras? En medio de esta infravaloración llegaron a la actual crisis sanitaria. Un mes después de que comenzó la pandemia, en Abril 2020, se supo por los medios de comunicación de agresiones al personal de salud, muestras nada solidarias; se les agredió física, social y psicológicamente, se les discriminó, amenaza y hostigó. Los daños iban desde un improperio hasta arrojarles bebidas calientes o cloro, o bien golpearles en un caso, en cuya defensa la enfermera se fracturó dos dedos. Se amenazó en una ocasión con prender fuego a un hospital si se reconvertía a Covid o se les negó la entrada a lugares públicos como supermercados, al transporte público e incluso que entraran a su domicilio. Los agresores fueron hombres o mujeres desconocidos, extraños en la calle, familiares de pacientes hospitalizados o bien de entre el mismo personal de salud e conflicto por tanto estrés laboral. Se trata de un fenómeno que sorprendió al mundo. Proviene de la ignorancia dicen los comentaristas y de los fuertes prejuicios por discriminación. En realidad psicológicamente proviene de un psiquismo con un complejo funcionamiento narcisista que demuestra graves errores de juicio y falta de objetividad, por el miedo extremo a l a enfermedad y a la muerte imposible de regular. La falta de control de impulsividad les lleva a cruzar los límites de lo socialmente aceptado y permitido. La angustia extrema inculpa a las enfermeras de diseminar el virus “a mí no me va a contagiar” antes los lastimo, lo cual causa socialmente indignación. Las guardianes de la salud fueron así estigmatizadas y violentadas. Al mismo tiempo en contraste, han surgido por parte tanto del gobierno, como de empresas privadas, así como de la ciudadanía estrategias para combatir la estigmatización, y frenar la agresión, sensibilizando sobre su difícil situación, valorando su labor, proponiendo en redes sociales y en los medios de comunicación, reconocimiento, a través de aplausos, serenatas y menciones, se pide agradecimiento (en algunas colonias como la de Valle se les celebra como en España) solidaridad y protección, poniendo a su disposición transporte y hospedaje en cuartos de hoteles o en Los Pinos así como alimentación. En México nos tocó la pandemia 2020 en un año de transición de un nuevo gobierno democrático elegido en junio de 2018 y que tomó posesión en diciembre de 2019, en la cual, el personal de salud cobre un papel el más relevante. Atiende a los enfermos de Covid-19 presentando, desde nuestro punto de vista, un sufrimiento emocional incalculable. Además del alto estrés laboral exigidos por la emergencia más allá de sus fuerzas para realizar sus propias tareas dentro del hospital, el dolor de verse contagiados o sus compañeros o el duelo que se pospone cuando colegas mueren por contagio, el agobio de extremar precauciones y la necesidad de estar hiper atentos para realizar adecuadamente los procedimientos de protección y prevención contra el contagio. Descuidarse es un peligro latente para a su vez ,no contagiar a su familia con la que viven. Es importante señalar que cuando se agrede a un solo integrante de la salud o muere por contagio, el dolor termina siendo para todo el gremio. El personal de salud ha reaccionado a través de su jefa solicitando en las conferencias de salud y hasta con lágrimas respeto, que les permitan trabajar con tranquilidad, hacer lo que saben hacer. La tristeza y el coraje que sienten tienen que ser reprimidos manifestándose en molestias físicas y síntomas psicopatológicos ya que no pueden responder con violencia ni expresar sus emociones, se saben indispensables y cruciales en este momento en el desempeño de sus funciones a favor de la vida. Históricamente el personal de enfermería, ha luchado desde el siglo pasado para que se les considere como profesional calificado para dar cuidados de calidad. Tienen arriba de ellas una jerarquía médica de carácter autoritario predominantemente, aunque sean licenciadas en enfermería, algunas con estudios de postgrado. Son responsables de los enfermos y su privacidad, el contacto con la familia, el principal enlace entre esta familia y el paciente. En muchas ocasiones guían y son el soporte y respaldo de médicos internos, residentes y personal de base, no son meras ayudantes dependientes de ellos para realizar sus procedimientos, suelen ser proactivas y tener iniciativas y recibir la alta demanda emocional de los familiares. En general, son sensibles y desarrollan mecanismos de defensa ante el dolor físico y emocional, reducen y o tratan de evitar el sufrimiento humano, ayudan a prolongar la vida, controlan riesgos, también su objetivo es curar enfermedades, así como rehabilitar, recuperar y promover la salud. Suelen ser receptivas y sensibles ante la ansiedad, depresión e incertidumbre y mucho más ahora con el paciente Covid 19 hospitalizado, grave e intubado. Como la investigación ha revelado, las cuidadoras (mayoritariamente mujeres) de personas enfermas, con discapacidad o vejez, están expuestas a lo imprevisto, a la muerte y por supuesto al burnout o desgaste profesional y es natural e inevitable que vayan desarrollando mecanismos de defensa que les lleva a reaccionar muchas veces con distancia, frialdad o indiferencia. Cada vez que una persona muere, el personal de enfermería se enfrenta de manera inconsciente con su propia muerte y vulnerabilidad, sus emociones oscilan entre su servicio ´el deber de la vida y la conciencia de morir´. Su rol es parecido al de una madre. Pero permitámonos conocer según nuestra experiencia tratando en psicoterapia a enfermeras y médicas, cómo es un día hábil en la presente emergencia y así comprender la mística y vocación de estas profesionales de la salud, su parte humana. Durante el día laboral en sus ocho horas de trabajo-que se convierten en más horas dado que se ayudan entre sí- no comen, no duermen, no toman agua y no van al baño y no lo hacen porque tienen que vestirse, con tres o cuatro capas de ropa esterilizada con la que se están protegiendo y prefieren no moverse, ni quitarse los gogles, caretas o guantes, ya que tardarían mucho más de lo que se tardan habitualmente. No quieren desperdiciar material que tiene que irse a la basura especial o volver a ser después esterilizado. Tampoco se sientan porque las condiciones de atención a un enfermo pueden cambiar súbitamente. Se quejan de problemas varios, como de várices, o inflamación cuando diariamente tienen que estar haciendo otros procedimientos, dentro del hospital, de preparar cadáveres para que se los lleven, ayudar a la identificación, etc. Además, enfrentan pacientes que se ponen nerviosos porque no ellos dicen no saber si hablan con un hombre o una mujer, no se ve la cara ni las expresiones faciales, razón por la cual decidieron portar un gafete con fotografía y su nombre. Lo que más les preocupa y da miedo es la intubación endotraqueal, porque se abren las vías respiratorias y se exponen directamente frente al virus. Comentan que también platican con sus pacientes sobre su vida, sus preocupaciones y ofrecen contención de manera intuitiva a las emociones derivadas del aislamiento y de la separación brusca de su familia, por si fuera poco, y con las energías que les quedan sirven de enlace entre pacientes y familia a través del celular. Todo lo anterior les trae consecuencias que es necesario conocer para brindarles el reconocimiento que merecen por este sacrificio único y especial que les toca inevitablemente. Las mascarillas ejercen presión sobre el cuello, les jala hacia delante y las encorva, la presión sobre los músculos de la cara les deja marca y a algunas pieles les hace heridas, los lentes además de empañarse lesionan la piel, las batas protectoras los mantiene permanentemente húmedos por el calor del cuerpo y el sudor, los dedos de tan húmedos que quedan se les forman pequeñas heridas. También con los hombres está sucediendo esto. Como consecuencia de lo anterior, algunos miembros del equipo de salud desarrollan dermatosis, se deshidratan, están presentando problemas renales, es decir la están pasando muy mal lo que tiene incluso consecuencias psicológicas, experimentan signos de depresión, ideas de muerte, agotamiento, desesperación, ataques de pánico y requieren contención y apoyo psicoterapéutico. Como profesionales de la salud mental recomendamos la necesidad de darles apoyo y contención emocional por el estrés laboral y toda la carga psicológica que cotidianamente enfrentan durante esta situación de crisis, para evitar que pierdan la confianza, la seguridad y la esperanza. El tema requiere realizar la investigación conducente para comprender y prevenir fenómenos sociales como este.