Comentario sobre el libro Valores en la Clínica de Sandra Buechler, Edición en Español por Maria Eugenia Guzmán. Miembro del Seminario de Sociopsicoanálisis A.C.

Maria Eugenia Guzmán

México Distrito Federal a 7 días de octubre, año 2009.
Universidad Intercontinental.

Conocí a Sandra Buechler, autora del libro Emociones que Guían el Tratamiento Psicoanalítico, en septiembre del año 2006 durante el Taller sobre las Emociones que impartió en la Ciudad de México por invitación del Seminario de Sociopsicoanálisis. 

Recuerdo que en aquella ocasión, sin tener todavía acercamiento a su obra literaria, quedé profundamente conmovida por la forma en que esta mujer pequeñita, sencilla y risueña se fue haciendo grande, grande y más grande, mientras compartía su experiencia, apoderándose con fuerza de nuestro interés hasta lograr tocar los corazones de los participantes al taller en donde nos vimos profundamente identificados por la vitalidad con la que propone el tratamiento psicoanalítico y, en mi caso, estimulada a leerla. Fue así como leí por primera vez el libro que hoy presentamos y comentamos y que he releído por partes desde entonces.

Y como dicen, en la relectura el que se transforma no es el libro sino el lector; en esta ocasión la experiencia propia ha sido la de la compañía de la autora porque no escatima en compartir. Desde sus cimientos teóricos: Sullivan, Fromm y la teoría de las emociones hasta los detalles más íntimos y cuidadosamente anónimos sobre sus propias experiencias clínicas como analista, como analizando, su ser poeta desde antes que analista, sus gustos literarios y su profunda pasión por vitalizar el tratamiento psicoanalítico. Y es precisamente esta honestidad con que se muestra que otorga congruencia a los temas que toca sobre lo que sucede con la persona del analista al llevar a cabo el tratamiento. La lectura misma inspira y conduce a la curiosidad, la esperanza, la bondad, la valentía y la fuerza para crear equilibrio emocional, soportar la pérdida y desarrollar la integridad.

Quisiera compartir con ustedes algunas de las reflexiones que me han acompañado y estimulado a seguir con la continua tarea de formarse como psicoanalista. Y digo continua tarea porque supongo que es mucho menos doloroso adoptar la seguridad que proporciona el deshumanizar el tratamiento a través de “descodificar” a los analizandos, acomodarlos en la teoría, siempre saber, siempre tener una respuesta y alejarse afectivamente detrás de la jerga psicoanalítica. Como describe Sandra Buechler, mucho menos arriesgado que declararnos subjetivos y entregarnos a la incertidumbre en cada experiencia de la clínica, conocer nuestras propias distorsiones y limitaciones en la forma de nuestras defensas, estereotipos, presuposiciones y sesgos; hacer uso de nuestra propia experiencia y cultura para proponer un punto de vista sobre lo que es llevar una vida mentalmente sana pues no contamos con una solución absoluta. Y así compartir con el paciente la lucha por la vida, encontrar en la genuinidad de nuestros afectos la manera de inspirar curiosidad y encontrar esperanzas reales para amar la vida. Se dice fácil pero implica valentía.

La soledad del analista, la describe Sandra Buechler al situarnos a cada uno de nosotros frente a una persona, escuchándola y sintiendo que la teoría no es suficiente sustento para contagiar la curiosidad. Hay situaciones que se dan dentro de la realación terapéutica que no se pueden compartir ni con los supervisores ni con los colegas y el analista se siente solo frente al paciente. La autora nombra el recurso que utilizamos “coro interno” al recordar frente un relato las voces de los supervisores, la voz del propio analista, las de los teóricos, colegas, amigos y familiares y entonces la soledad se mitiga. El analista se acompaña de todos aquellos recuerdos que se evocan al escuchar al paciente y que cantan internamente las posibilidades de comprensión y empatía. 

La pérdida es inherente al trabajo del analista. Desde el momento mismo de conocer a un paciente se sabe que el tratamiento va a terminar a pesar del tiempo e intimidad que implique. Pero Buechler no trata solamente la pérdida del paciente y la terminación del tratamiento sino muchos otros aspectos de la pérdida para el psicoanalista. Perder la esperanza en el tratamiento de una persona en específico, la fe en la labor psicoanalítica cuando sobreviene el desgaste. Una cita perdida, el manejo de las fiestas y vacaciones, la pérdida del ingreso económico al irse un paciente y hasta la pérdida concreta de la vida de un paciente. Nos comparte la autora una experiencia personal en la cual su paciente iba teniendo grandes cambios en su vida como ser capaz verdaderamente de entrar a una relación cuando muere repentinamente. La pérdida no solamente la describe en términos de la mujer en sí misma sino de todo lo que no se logró hacer. 

A toda pérdida sobreviene un duelo y la vida de los analistas están llenas de duelos que se pueden complicar o no con otros sentimientos además de la pena: la vergüenza, desesperación, culpa. Los analistas en ocasiones tendemos a no darle importancia a la enorme cantidad de pérdidas que soportamos y cuesta mucho trabajo admitir lo que realmente significan los pacientes para uno. El desgaste que mencioné anteriormente puede darse a partir de pérdidas y correspondientes duelos acumulados en la vida laboral del analista y de esta manera se pierde la fe para seguir dedicándonos a hacer psicoanálisis.

Dedica un capítulo entero para hablar de la bondad o amabilidad dentro del tratamiento, lo cual me parece por demás valiente e importante. Dice Buechler que un proceso psicoanalítico sin bondad no es posible, las acciones genuinamente bien intencionadas, bondadosas, yo diría, naturalmente amables de los analistas hacia los pacientes pueden generar un impacto poderoso y ser recordados a través del tiempo como algo que marca la relación terapéutica. 

Para terminar quisiera decir que sólo he mencionado algunos de los temas que me cautivaron al tener contacto con este libro y su autora y que hemos tenido la oportunidad de comentar dentro del grupo del Seminario así como traducir para ofrecer en nuestro idioma. No me queda más que decir que la obra es refrescante, nos recuerda que los analistas ante todo somos seres humanos y es precisamente nuestra persona la que tenemos para ofrecer un tratamiento que implique el amor a la vida como propósito. Invita a la libertad y al profundo interés y gusto por la profesión así como una cercana y profunda empatía que acompaña en el largo proceso de transformarse en psicoanalista.

María Eugenia Guzmán Medina
Gracias. 

por Dr. Mauricio Cortina y Psic. Guadalupe Sánchez Enríquez 13 de febrero de 2025
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por Guadalupe Sánchez 16 de febrero de 2021
¿Por qué lastimamos al personal de salud? Guadalupe Sánchez Semsoac. Julio 2020 La emergencia causada por la enfermedad Covid-19 es un período atípico que altera el estado emocional produciendo angustia por el miedo a morir que reprimimos en la vida cotidiana. Vivimos un malestar social, una condición de trauma social porque no podemos darle un lugar en nuestra propia mente. Se incorpora la experiencia en fragmentos que, inconscientemente se rechazan y que suelen ser dirigidos hacia el exterior, hacia quienes encarnan más vulnerabilidad como el personal de salud. Queremos comprender por qué en México se dan ataques al personal médico y de enfermería a pesar de los llamados a no discriminar, en contraste con otros países en donde se les aclamó espontáneamente como héroes. El psicoanálisis ofrece algunas aproximaciones. La agresión en contra del personal de salud, es una reacción exacerbada de ansiedad insertada en una paradoja para algunos irresoluble: atacar a quien nos puede salvar. Se trata de un estado interno de desorganización mental que carece de la habilidad para discernir cuál es la fuente de peligro o cuál de salvación, porque en estos contextos ambas pueden ser encarnadas en la misma persona como ocurre con las figuras cuidadoras de los infantes que son al mismo tiempo figuras amenazantes. Este paso al acto es un ataque concreto impulsivo e irracional, desesperado por auto preservarse y que trata de eliminar al que cree es agente del mal, percibido como el objeto malo, de odio, culpable de su sufrimiento, disociando lo bueno de lo malo y sin la posibilidad de integrar esos aspectos. El fenómeno va mucho más allá de una discriminación consciente y es más complejo por las motivaciones inconscientes derivadas por una historia socioafectiva previa y un carácter determinado por la situación social económica y cultural en que se creció. En México traemos una historia social de mucha violencia, además una historia de muchos años atrás de maltrato por parte del personal de salud a las y los derechohabientes debido a la falta de recursos en el sistema público de salud. La pandemia re-traumatiza, ¿podrán cuidar de mí para no morir? Observamos respuestas narcisistas de dos tipos. Por un lado, una respuesta narcisista benigna y adaptativa a las distintas etapas de la pandemia, que, aunque niega temporalmente lo que está pasando: “a mí no me va a pasar”, “yo no me voy a morir” que reta inicialmente, pero que evoluciona y enfrenta eventualmente las señales de la realidad. La segunda es una respuesta narcisista de tipo maligna no adaptativa, que es delirante, persecutoria, y que, según Freud, yace en los mecanismos más inconscientes y primitivos de todos los seres humanos que implica omnipotencia del pensamiento, con vivencias de daño, castigo y violencia que destruye. Consideramos que las personas con una historia biofi lica y amorosa serán solidarios, cuidadosos de los demás y podrán tolerar con mayor fuerza esta adversidad. En cambio, cuando vemos estas respuestas violentas encontramos que la desesperanza es alta. Cuando hay desesperanza para poder cambiar la realidad, se es más propenso a lastimar a nuestros seres significativos. Esta aproximación nos permite concientizar que en situaciones extremas nadie está exento de sentir desesperación frustración e impotencia y pasar inconscientemente a la agresión. También es una invitación a que es posible conscientemente tomar acciones balanceadas para “aplanar la curva de la discriminación”. Psicoanalista del Seminario de Sociopsicoanálisis A.C. Agradezco a mis colegas: Dr. Juan José Bustamante, Dra. Patricia González y Dra. Angelica Rodarte su colaboración para esta reflexión. lupssan@hotmail.com
por Patricia González y Guadalupe Sánchez 16 de febrero de 2021
Las guardianas de la salud Tiempos de covid19 en México Patricia González Duarte y Guadalupe Sánchez Seminario de Sociopsicoanálisis AC (Semsoac) Miembros Fundadoras. Julio 2020 Vivir bajo una condición de emergencia sanitaria, una contingencia que nos confronta todos los días con la muerte, se vuelve una condición de trauma para los ciudadanos y para el personal de salud en especial. Las enfermeras, los enfermeros, así como el maestro y las maestras que gozaron en el pasado de una posición de respeto en la sociedad, se fue perdiendo con la modernidad, incluso se infravaloró. ¿Cómo y cuándo se perdió el vínculo con las enfermeras? En medio de esta infravaloración llegaron a la actual crisis sanitaria. Un mes después de que comenzó la pandemia, en Abril 2020, se supo por los medios de comunicación de agresiones al personal de salud, muestras nada solidarias; se les agredió física, social y psicológicamente, se les discriminó, amenaza y hostigó. Los daños iban desde un improperio hasta arrojarles bebidas calientes o cloro, o bien golpearles en un caso, en cuya defensa la enfermera se fracturó dos dedos. Se amenazó en una ocasión con prender fuego a un hospital si se reconvertía a Covid o se les negó la entrada a lugares públicos como supermercados, al transporte público e incluso que entraran a su domicilio. Los agresores fueron hombres o mujeres desconocidos, extraños en la calle, familiares de pacientes hospitalizados o bien de entre el mismo personal de salud e conflicto por tanto estrés laboral. Se trata de un fenómeno que sorprendió al mundo. Proviene de la ignorancia dicen los comentaristas y de los fuertes prejuicios por discriminación. En realidad psicológicamente proviene de un psiquismo con un complejo funcionamiento narcisista que demuestra graves errores de juicio y falta de objetividad, por el miedo extremo a l a enfermedad y a la muerte imposible de regular. La falta de control de impulsividad les lleva a cruzar los límites de lo socialmente aceptado y permitido. La angustia extrema inculpa a las enfermeras de diseminar el virus “a mí no me va a contagiar” antes los lastimo, lo cual causa socialmente indignación. Las guardianes de la salud fueron así estigmatizadas y violentadas. Al mismo tiempo en contraste, han surgido por parte tanto del gobierno, como de empresas privadas, así como de la ciudadanía estrategias para combatir la estigmatización, y frenar la agresión, sensibilizando sobre su difícil situación, valorando su labor, proponiendo en redes sociales y en los medios de comunicación, reconocimiento, a través de aplausos, serenatas y menciones, se pide agradecimiento (en algunas colonias como la de Valle se les celebra como en España) solidaridad y protección, poniendo a su disposición transporte y hospedaje en cuartos de hoteles o en Los Pinos así como alimentación. En México nos tocó la pandemia 2020 en un año de transición de un nuevo gobierno democrático elegido en junio de 2018 y que tomó posesión en diciembre de 2019, en la cual, el personal de salud cobre un papel el más relevante. Atiende a los enfermos de Covid-19 presentando, desde nuestro punto de vista, un sufrimiento emocional incalculable. Además del alto estrés laboral exigidos por la emergencia más allá de sus fuerzas para realizar sus propias tareas dentro del hospital, el dolor de verse contagiados o sus compañeros o el duelo que se pospone cuando colegas mueren por contagio, el agobio de extremar precauciones y la necesidad de estar hiper atentos para realizar adecuadamente los procedimientos de protección y prevención contra el contagio. Descuidarse es un peligro latente para a su vez ,no contagiar a su familia con la que viven. Es importante señalar que cuando se agrede a un solo integrante de la salud o muere por contagio, el dolor termina siendo para todo el gremio. El personal de salud ha reaccionado a través de su jefa solicitando en las conferencias de salud y hasta con lágrimas respeto, que les permitan trabajar con tranquilidad, hacer lo que saben hacer. La tristeza y el coraje que sienten tienen que ser reprimidos manifestándose en molestias físicas y síntomas psicopatológicos ya que no pueden responder con violencia ni expresar sus emociones, se saben indispensables y cruciales en este momento en el desempeño de sus funciones a favor de la vida. Históricamente el personal de enfermería, ha luchado desde el siglo pasado para que se les considere como profesional calificado para dar cuidados de calidad. Tienen arriba de ellas una jerarquía médica de carácter autoritario predominantemente, aunque sean licenciadas en enfermería, algunas con estudios de postgrado. Son responsables de los enfermos y su privacidad, el contacto con la familia, el principal enlace entre esta familia y el paciente. En muchas ocasiones guían y son el soporte y respaldo de médicos internos, residentes y personal de base, no son meras ayudantes dependientes de ellos para realizar sus procedimientos, suelen ser proactivas y tener iniciativas y recibir la alta demanda emocional de los familiares. En general, son sensibles y desarrollan mecanismos de defensa ante el dolor físico y emocional, reducen y o tratan de evitar el sufrimiento humano, ayudan a prolongar la vida, controlan riesgos, también su objetivo es curar enfermedades, así como rehabilitar, recuperar y promover la salud. Suelen ser receptivas y sensibles ante la ansiedad, depresión e incertidumbre y mucho más ahora con el paciente Covid 19 hospitalizado, grave e intubado. Como la investigación ha revelado, las cuidadoras (mayoritariamente mujeres) de personas enfermas, con discapacidad o vejez, están expuestas a lo imprevisto, a la muerte y por supuesto al burnout o desgaste profesional y es natural e inevitable que vayan desarrollando mecanismos de defensa que les lleva a reaccionar muchas veces con distancia, frialdad o indiferencia. Cada vez que una persona muere, el personal de enfermería se enfrenta de manera inconsciente con su propia muerte y vulnerabilidad, sus emociones oscilan entre su servicio ´el deber de la vida y la conciencia de morir´. Su rol es parecido al de una madre. Pero permitámonos conocer según nuestra experiencia tratando en psicoterapia a enfermeras y médicas, cómo es un día hábil en la presente emergencia y así comprender la mística y vocación de estas profesionales de la salud, su parte humana. Durante el día laboral en sus ocho horas de trabajo-que se convierten en más horas dado que se ayudan entre sí- no comen, no duermen, no toman agua y no van al baño y no lo hacen porque tienen que vestirse, con tres o cuatro capas de ropa esterilizada con la que se están protegiendo y prefieren no moverse, ni quitarse los gogles, caretas o guantes, ya que tardarían mucho más de lo que se tardan habitualmente. No quieren desperdiciar material que tiene que irse a la basura especial o volver a ser después esterilizado. Tampoco se sientan porque las condiciones de atención a un enfermo pueden cambiar súbitamente. Se quejan de problemas varios, como de várices, o inflamación cuando diariamente tienen que estar haciendo otros procedimientos, dentro del hospital, de preparar cadáveres para que se los lleven, ayudar a la identificación, etc. Además, enfrentan pacientes que se ponen nerviosos porque no ellos dicen no saber si hablan con un hombre o una mujer, no se ve la cara ni las expresiones faciales, razón por la cual decidieron portar un gafete con fotografía y su nombre. Lo que más les preocupa y da miedo es la intubación endotraqueal, porque se abren las vías respiratorias y se exponen directamente frente al virus. Comentan que también platican con sus pacientes sobre su vida, sus preocupaciones y ofrecen contención de manera intuitiva a las emociones derivadas del aislamiento y de la separación brusca de su familia, por si fuera poco, y con las energías que les quedan sirven de enlace entre pacientes y familia a través del celular. Todo lo anterior les trae consecuencias que es necesario conocer para brindarles el reconocimiento que merecen por este sacrificio único y especial que les toca inevitablemente. Las mascarillas ejercen presión sobre el cuello, les jala hacia delante y las encorva, la presión sobre los músculos de la cara les deja marca y a algunas pieles les hace heridas, los lentes además de empañarse lesionan la piel, las batas protectoras los mantiene permanentemente húmedos por el calor del cuerpo y el sudor, los dedos de tan húmedos que quedan se les forman pequeñas heridas. También con los hombres está sucediendo esto. Como consecuencia de lo anterior, algunos miembros del equipo de salud desarrollan dermatosis, se deshidratan, están presentando problemas renales, es decir la están pasando muy mal lo que tiene incluso consecuencias psicológicas, experimentan signos de depresión, ideas de muerte, agotamiento, desesperación, ataques de pánico y requieren contención y apoyo psicoterapéutico. Como profesionales de la salud mental recomendamos la necesidad de darles apoyo y contención emocional por el estrés laboral y toda la carga psicológica que cotidianamente enfrentan durante esta situación de crisis, para evitar que pierdan la confianza, la seguridad y la esperanza. El tema requiere realizar la investigación conducente para comprender y prevenir fenómenos sociales como este.
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